Un dilema ético ocurre, por ejemplo, si estando en mi casa, en un lugar rural y apartado, a mi hermano que me acompaña le da un ataque de asma fulminante. De forma urgente necesita un medicamento que, me señala, está en la farmacia del pueblo, a 20 kilómetros del campo. Me pide que me apure porque, en media hora y sin el remedio, le puede dar un paro cardio-respiratorio.
Asustado voy a la farmacia del pueblo. Ahí el farmacéutico tiene el inhalador, me lo muestra, pero no tiene medio de pago electrónico. Además, el único cajero del pueblo no tiene efectivo. Le explico la situación, pero no cede: pague o no hay medicamento. Calculo que, si voy a toda carrera al próximo pueblo, no alcanzo a llegar con la medicina, y mi hermano se podría morir.
El dilema ético es evidente, o le robo el medicamento a la fuerza al intransigente farmacéutico, o dejo morir a mi hermano. Soy buen ciudadano, nunca he robado, no soy violento, pero estoy desesperado. Es un ejemplo de “dilema ético duro” que permite apreciar mejor la situación del proyecto Dominga. El gobierno ha tratado de plantear un dilema, una polarización moral: o estás con el crecimiento económico o con el medio ambiente y sus comunidades aledañas.
Sin embargo, tal dilema no existe, es una instalación comunicacional que busca crear esa polarización en la mente de las personas, o estás con el crecimiento económico que bogan los empresarios o estás con el cuidado del medio ambiente y las comunidades. Pero sí se pueden generar y ejecutar proyectos mineros cuidando el medio ambiente, el agua, las especies marinas, el suelo, los residuos, con políticas de sustentabilidad que respeten el medio ambiente, las comunidades y las personas. Eso rompe el falso dilema moral antes señalado.
Veamos el caso Dominga. El informe del Servicio de Evaluación Ambiental, “acta número 3 del 2017, Informe de Evaluación de EIA proyecto Dominga”, declaró desfavorable el proyecto Dominga, pero obtuvo 6 votos a favor y 6 en contra.
Finalmente, dirimió el Intendente Regional, quien votó por rechazar el proyecto, cuando el Director Regional del Servicio Evaluación Ambiental de la Región de Coquimbo, votó a favor, pero condicionado a mejorarlo. Así, obviamente la decisión del Intendente fue una decisión política.
A todos nos queda la duda si el proyecto, mejorado ambientalmente, se puede hacer. Incluso el actual ministro de Economía declaró que “si es rentable, no veo problema en que se haga responsablemente. El recurso está allí, bajo tierra, se debe aprovechar”. Pero la réplica desde la Moneda fue rápida, y a través de su vocera lo calificaron como “comentarios hipotéticos”. ¿La razón?, más vale instalar el falso dilema moral; lo rechazado, rechazado está, lo demás son especulaciones.
Aquí hay más preocupación de salir con mejor percepción ciudadana que preocuparse del desarrollo y empleo sustentable de las personas.
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