Enero fue un mes con importantes noticias sobre áreas verdes. Primero, con los resultados de la esperada Encuesta de Percepción de Calidad de Vida Urbana del ministerio de Vivienda y Urbanismo, donde se destaca el aumento del uso de parques y plazas en un 15%. Se indica también que mientras más corta es la distancia entre la casa y la plaza, mayor es el uso de la última. Además, parques y plazas parecen ser el aspecto mejor evaluado de las comunas.
Por otra parte, el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica, lanzó un documento asociado a los desafíos de la accesibilidad de las áreas verdes en la ciudad, en el marco de la Ley de Aportes al espacio público.
En dicho estudio, se plantea, que sólo un 5,7% de la población en Santiago cumple con el estándar de accesibilidad de 10 m2 de área verde por persona propuesto por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano.
Si desagregamos un poco más este dato, nos encontramos con dos sorpresas muy interesantes, la primera muy alentadora, un 98,1 % de la población del Gran Santiago accede a parques a menos de 3 mil metros de distancia de sus casas.
Pero la segunda indica que, en promedio, un tercio de los habitantes de las comunas del Gran Santiago no tienen acceso a una plaza a menos de 400 metros de su casa.
Es decir, estamos usando más las áreas verdes, pero todo parece indicar que nos faltan plazas cerca de nuestro hogar.
Son conocidos los tremendos beneficios que tienen las áreas verdes, especialmente si están agrupadas en grandes superficies, por eso uno de los principales valores de los parques urbanos radica en sus aportes medioambientales, como la regulación de la temperatura y la humedad, la absorción de contaminantes y la amortiguación del ruido, entre otros. Además de ser espacios amplios que permiten el esparcimiento variado y el deporte.
Pero es en la plaza de barrio donde la dimensión comunitaria del área verde cobra mayor relevancia. Es ahí donde nos encontramos con nuestros vecinos y amigos. Es en la plaza donde los niños juegan sin importar quién es hijo de quién, y donde distintas generaciones de personas se mezclan para usar el espacio público de las más variadas formas.
A la plaza del barrio vamos sin planificarlo demasiado, caminando o en bicicleta, improvisando el picnic o la colación, a pasar un rato al aire libre con los amigos o solos, capeando las altas temperaturas veraniegas a la sombra de un árbol.
Además, siempre es un panorama gratuito que se puede usar de formas muy variadas, sobre todo si nos coordinamos con los vecinos y la municipalidad para darle distintos usos más organizados.
Por eso, acogemos con entusiasmo la invitación de la campaña #DaleParqueATuVida, desarrollada por el gobierno. Pero proponemos sumar un esfuerzo adicional por la construcción de plazas que se ajusten a las distintas realidades del país.
Espacios acogedores para mujeres, hombres, niños, jóvenes y personas mayores, que nos inviten a quedarnos y a compartir. Para eso, tenemos que diseñar plazas que consideren las características geográficas de cada lugar, junto con las necesidades y sueños de las personas que van a usarla.
Una plaza impuesta y diseñada desde un agente puramente externo será, muy probablemente, una plaza que no se usa, es decir, un profundo fracaso.
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