Es claro que los cambios físicos del clima (calor, frio, lluvias, sequías, nieve, viento, inundaciones costeras, etc.) son hoy por hoy los factores más relevantes que se deben analizar en la presente y futura década, ya que sin duda alguna éstos representan un motor de sobrevivencia, no sólo a las sociedades sino que a los ecosistemas.
Por ello es fundamental analizar las causas que generan esta variabilidad climática, en especial la que afecta a nuestro país: la sequía que a la fecha, y según datos de la Dirección General de Aguas (DGA), existe en 168 comunas en las regiones de Atacama, Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O'Higgins, Maule y Los Lagos; las que se encuentran bajo decreto de escasez hídrica. Esto deja de manifiesto tres situaciones que a mi entender profundizan esta crisis, como factores antrópicos (intervención humana), el peligroso avance de la desertificación de norte a sur y la afectación a la población que enfrenta la escasez, en lo que se conoce como "pobreza hídrica".
La pobreza hídrica es entendida como un fenómeno que deja al descubierto la no disponibilidad del recurso hídrico, la no accesibilidad del mismo por parte de la población para satisfacer sus necesidades básicas de consumo, higiene y saneamiento; y cuando nos encontramos con una gestión deficiente, conocida como "gestión cero" de los recursos hídricos.
Es importante añadir que el estudio de la pobreza hídrica no es nuevo, fue creado en 2002 por el Centro para la Ecología e Hidrología del Reino Unido y mide -con indicadores sobre factores humanos, técnicos y ambientales, que reflejan la condición actual de un determinado territorio- un total de 5 variables:
Así, cada una de estas variables al ser evaluadas entrega un valor en un rango de 0 a 100, donde 0 significa alta pobreza hídrica, es decir la ausencia total de gestión hídrica, y 100 implica nula pobreza hídrica y gestión hídrica perfecta.
No obstante lo anterior, y por trabajos de investigación que efectuamos un conjunto de alumnos del CWC (Columbia Water Center) de la Universidad de Columbia, se llegó a detectar que América del Sur está en un indicador de pobreza hídrica promedio en torno a 67; y lo más preocupante es que Chile llega a 61, lo que da a entender que nuestro país tiene un enorme desafío con la gestión hídrica y aún mantiene una tarea pendiente, de sobre manera con la población más vulnerable.
Finalmente, uno de los puntales que empuja el motor de desarrollo de un país es el acceso al agua potable, seguido por una salud y una vivienda digna, lo que da a entender que los gobiernos deben centrar sus máximos esfuerzos de inversión en mitigar estás vicisitudes que vive en particular Chile y priorizar gastos, y no ocuparlos en "gustitos personales", que sólo provocan aumentar la enorme brecha de desigualdad existente.
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