La ONU designó el 28 de enero como un día clave para reflexionar y frenar las emisiones de CO2 con el objetivo de tomar decisiones concretas destinadas a la protección de nuestro planeta. Hoy el reducir dichas emisiones se torna más urgente que nunca, ya que estamos viviendo un punto de inflexión respecto al calentamiento global.
Como sabemos, el exceso de este gas es el principal causante del calentamiento de la atmósfera por el efecto invernadero, agravando la falta de acceso al agua e incrementando las sequías, realidad que en Chile se torna crítica.
Según un informe difundido por Global Carbon Project y que fue presentado en la COP25, las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono aumentaron un 0,6 por ciento en 2019 respecto a 2018.
Los resultados de los acuerdos de COP25 dejaron en evidencia que sin el compromiso de todos para construir en conjunto fuertes medidas políticas, económicas y sociales tendientes a frenar esta grave situación en el mundo, no podremos aliviar las consecuencias del fenómeno, sobre todo porque de acuerdo con las estimaciones, las emisiones de CO2 crecerán a una tasa de entre el 1 y el 1,5 por ciento cada año, a menos que se tomen medidas decisivas para reducirlas.
Es urgente crear mayor conciencia y sensibilizar a la sociedad entera sobre el cambio climático y los impactos ambientales que está ocasionando.
La tragedia de los incendios en Australia y los que tuvimos en la Amazonía y Rusia, nos alertan sobre la magnitud de las amenazas y hacen aún más crítica la necesidad de unir esfuerzos para recuperar lo perdido y ganar esta carrera. Debemos acelerar las inversiones en desarrollo de fuentes de energía renovables, cambio a combustibles más limpios, mejoras en la eficiencia de los procesos de combustión y modificar las tendencias de consumo a través de la educación ambiental.
Es así como la COP25 solicitó a las partes en su documento final “Chile-Madrid Tiempo para la Acción”, aumentar su ambición climática en materia de reducción de emisiones en 2020, de acuerdo con la recomendación científica de limitar el crecimiento de la temperatura global a 1,5ºC, con el objetivo de luchar contra la “emergencia climática”. Por lo tanto, los Estados deberán presentar este año sus nuevos compromisos nacionales de reducción de emisiones.
En ese sentido, reivindica la coherencia de la ambición de los países con lo que pide la ciencia y lo que las personas del planeta exigen y reconoce también la acción climática del resto de actores no gubernamentales a los que anima a incrementar y generalizar estrategias compatibles con el clima.
La reducción de la Huella de Carbono es un problema que incumbe a todos: empresas, instituciones y ciudadanos pueden, en la medida de sus posibilidades y responsabilidades, contribuir a la protección del planeta, para así cuidar a la humanidad.
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