La reciente aprobación de la Ley de Plásticos de un Solo Uso es una excelente noticia y un paso decisivo en el camino hacia una economía consciente y circular, que contribuya al bien común y la sostenibilidad.
Sólo hace unos días atrás, en Banca Ética estábamos realizando un conversatorio con Javiera Calisto, directora legal de Oceana Chile, y dos emprendedores innovadores, preocupados de su cadena de valor y cuyo tema central fue precisamente la disminución y reutilización del plástico.
Recuerdo que todos coincidimos en varios puntos. En primer lugar, en la necesidad de contar con un marco regulatorio que propiciara el uso consciente de este material; en segundo término, en el necesario compromiso de las empresas para cuidar el medio ambiente; y, por último, en la urgencia de avanzar hacia modelos productivos y de servicio con adhesión irrestricta al paradigma de la economía circular.
Entonces, la aprobación de esta iniciativa es extraordinaria, hay que celebrarla, pero por ningún motivo debemos dormirnos en los laureles.
Hoy más que nunca, y es el compromiso que nos mueve, es indispensable impulsar la responsabilidad con nuestra casa común: La Tierra. Y, en ese sentido, desde lo que nos compete como una organización con lineamientos éticos, el promover iniciativas que propendan a la reutilización de los residuos o a su correcto reciclaje. Veamos por qué.
Para poner las cosas en contexto, hablemos de números. Según el Informe del Estado del Medio Ambiente 2020, en Chile se generan anualmente casi 20 millones de toneladas de residuos sólidos. De estos, el 53% son de origen industrial. Pero acaso más impactante que aquello, es que en 2018 la cifra de residuos domiciliarios o municipales alcanzó 8.177.448 toneladas. El hecho es que al dividir esa cantidad por 18.751.405 habitantes arroja un promedio de 1,19 kilos al día por cada chileno. Y por último, lo más dramático... si atendemos a la valorización general de residuos domiciliarios, sólo 1% se recicla y el 99% se elimina.
Entonces, parece evidente que no basta con la ley si no se implementa una fiscalización efectiva, con sanciones reales, a la vez que la generación de incentivos claros y efectivos en, por ejemplo, priorización con ponderadores precisos en compras y licitaciones públicas. Al mismo tiempo, si los consumidores no toman conciencia respecto de lo que pueden exigir a las empresas; no acuden a hacer las denuncias necesarias cuando se advierte el incumplimiento de la ley; o no disminuyen los residuos, eligiendo botellas retornables o rechazando recibir productos accesorios como cubiertos, bombillas, envases complementarios que habitualmente se incluyen en los delivery, al mismo tiempo que premiando con su compra a aquellas empresas que de verdad se ocupan de estos temas.
No vaya a ser cosa que en un tiempo más los océanos se llenen de envases compostables que no hayan sido compostados. Una cosa es el material y otra es qué hacemos con los productos una vez que los hemos utilizado.
A mi modo de ver, las externalidades negativas dependen de lo que hagamos de manera conjunta los privados, el Estado y los consumidores. ¡Ahora es cuando!
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