Quedan alrededor de 30 días para participar en la consulta del anteproyecto del plan de descontaminación para la cuenca del Lago Villarrica.
La consulta pública es parte del proceso que debe cumplir para su aprobación. En él ya han participado académicos y organizaciones sociales que han hecho ver sus esperanzas y preocupaciones. Es primera vez que se lleva adelante en nuestro país un proceso de este tipo, para descontaminar una cuenca. Como región, entonces, tenemos una oportunidad histórica de recuperar el Lago Villarrica y dar un ejemplo nacional y mundial.
El tiempo es ahora. La tradicional postal de verano de los balnearios de Villarrica y Pucón fue opacada este año por la una presencia masiva de algas de color verdoso. Más allá de la pérdida estética y económica para el turismo en la zona -ya golpeado por la pandemia-, la aparición de dichas algas conlleva la presencia de cianotoxinas que producen efectos nocivos en la salud de las personas y animales. Ya no se trata del futuro de la cuenca, los efectos nocivos los estamos sufriendo hoy.
Lamentablemente, para las y los habitantes de las comunas de Curarrehue, Pucón, Villarrica y Cunco es conocido el estado de saturación del lago y parte de sus causas. Hace años que observan y denuncian construcciones inaceptables, falta de medidas de mitigación y una explotación descontrolada. En ese sentido, el informe de Contraloría de diciembre de 2020, que denuncia construcciones irregulares o ilegales y da cuenta de una inaceptable pasividad de las autoridades locales, viene a confirmar lo que las organizaciones sociales y la comunidad local ya hacían ver.
Por lo mismo, comparto las preocupaciones de parte de la academia y de algunas organizaciones sociales respecto al anteproyecto del plan de descontaminación. Según el inventario, realizado en 2017, se requiere reducir las emisiones de fósforo en 106 toneladas al año. Es decir, 36% de las que actualmente existen. Por supuesto, un plan puede trazarse a 15 años, pero dado que las consecuencias las estamos viviendo hoy, las medidas deberían tener plazos menores de aplicación y, probablemente, ser mayores en su exigencia. Plazos de dos años para elaborar reglamentos o de cuatro para que pisciculturas adecúen su emisión, son exagerados. Por su parte, el plan de reforestación de bosque nativo también parece poco ambicioso, con sólo 2.000 hectáreas.
Un problema urgente de tanta complejidad, requiere una solución estratégica y multidimensional, pero también audacia y ambición. Quizás el principal desafío de nuestro tiempo es enmendar el rumbo en el uso de los recursos naturales y avanzar hacia un desarrollo distinto. Lo que parecía un futuro lejano, es una realidad: el agua es escasa y, la que tenemos, está contaminada. Para enfrentar este desafío, tenemos una comunidad activa, con organización e información, así como académicos comprometidos con el futuro del lago. En conjunto, tenemos el deber histórico de legarles a las futuras generaciones una región donde vivir bien, sanos y en armonía con nuestro patrimonio natural.
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