Gracias Emilio Filippi
Cuando ingresé a la Universidad a mediados de los años ochenta el país vivía una suerte de polarización ideológica que no hacía presagiar un buen futuro en pos de reconquistar las libertades públicas en ese momento conculcadas frecuentemente con prohibiciones sutiles en algunos casos y bastante formales por no decir arbitrarias y duras- en otros.
Bandos militares se hacían escuchar con frecuencia en las escasas radios independientes al Régimen Militar. Y en esos bandos se dejaba siempre expresa constancia de los medios a los que se les prohibía informar. Invariablemente escuchábamos entonces entre otras el nombre de esta, la querida Radio Cooperativa. Y en la prensa escrita también invariablemente era mencionada la ya hace muchos años desaparecida Revista Hoy.
El Director del mencionado medio de comunicación contaba en esos difíciles tiempos con poco menos de sesenta años de edad y la historia de su vida, ligada desde los 14 años a la prensa escrita, conformaría para bien nuestro una parte importante de la historia del periodismo chileno.
De una historia que necesitaba de la valentía y ponderación que Emilio Filippi Muratto supo entregar a través de sus editoriales semanales y que personas como quien suscribe leyeron semana a semana en busca de cordura y esperanza
en momentos en que la lógica de amigos o enemigos que impregnaba el ambiente intensamente pregonada por los medios oficiales de entonces, no dejaba espacio para el pensamiento crítico ni la agudeza de la observación cuestionadora aun cuando ésta tuviera un sentido constructivo.
Emilio Filippi había comenzado trabajando en el periódico La Voz de Villa Alemana en 1942. Allí forjaría su carrera hasta ser subdirector de ese medio para ya en 1955 ser escogido como Director del vespertino Crónica en Concepción y luego, cuatro años más tarde, asumir el mismo rol en el diario El Sur.
Fue en 1967 en que Filippi se hizo cargo de la dirección para América Latina de la Agencia Inter Press Service para pasar de allí a la subgerencia periodística de editora Zig Zag donde asume un rol señero: introducir una profunda renovación sobre la histórica revista Ercilla, existente desde 1933, de cuya dirección se hace cargo en 1968.
Serán casi diez años de forjar un medio pluralista y siempre buscador de la tolerancia como un factor imprescindible que transmitir a sus lectores aún en los convulsionados tiempos de fines de los años 60 y principios de los años 70.
En esos años la libertad de prensa se percibía como un derecho inalienable y la tribuna de Ercilla fue testigo y actor privilegiado haciendo valer dicho punto. El hecho que fuese en 1972 el año en que Emilio Filippi recibió el Premio Nacional de Periodismo son una prueba indesmentible de ello.
Sin embargo el quiebre de la democracia vendría en 1973 y con el la presión insostenible y creciente sobre el medio que permanecía bajo su dirección. Una anécdota narrada por Filippi hace algunos años ilustra claramente lo que ocurría en esos años.
De acuerdo a ella el general Béjares, entonces ministro Secretario General de Gobierno, llamó al dueño de la revista Ercilla ofreciéndole tres caminos para la revista: 1. Despedir al Director, 2. Modificar el estilo opositor de la revista y 3. Vender la revista.
El dueño preguntó al general Béjares qué pasaría si no aceptaba ninguna de las tres opciones y la respuesta fue tajante,entonces le clausuramos la revista.
Finalmente la decisión fue vender y uno de los más importantes grupos económicos de aquellos tiempos ciertamente partidario del Régimen - adquirió la propiedad de la revista lo que gatilló la renuncia de Emilio Filippi y con él de toda la jerarquía de Ercilla a principios de 1977.
En los días siguientes una comida en homenaje a los renunciados cuya invitación era para cien personas tiene la impensada asistencia de quinientas. Y se produce un hecho inusual en una época de prohibiciones absolutas en que era imposible una reunión de tantas personas bajo Estado de Sitio. Emilio Filippi anuncia en dicha cena que en un proceso de autogestión y valentía enormes se ha forjado la idea de crear un nuevo medio de comunicación. Nace en ese instante Revista Hoy. Su lema sería
La verdad sin compromisos.
El mismo Filippi explicaría posteriormente en su libro
La fuerza de la verdad que el lema con el que la revista Hoy quedaría tenía que ver con dos elementos. El primero, señalaba, el de la verdad
a cuyo servicio debemos estar todos los periodistas según su expresión textual. El segundo, el de no someter la verdad a la tiranía de los intereses creados en cualquier ámbito de la actividad profesional.
Los editoriales de Revista Hoy lograron no sólo dar puntos de reflexión en tiempos de la Dictadura Militar sino también en un hecho no menor lograron reconocimiento internacional. El premio María Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y el Premio Rey de España de Agencia EFE y el Instituto de Cooperación Iberoamericana junto con el premio de la SIP Pedro Joaquín Chamorro (otorgado en su momento por su intransigente lucha por la libertad de expresión) son muestra de ello.
Revista Hoy, por tanto, fue parte importante de la resistencia verbal al Régimen Militar. Pero para Filippi no bastaba una revista. Los diarios de aquéllos tiempos eran muy proclives al Régimen y su idea era tener un diario que permitiese dar un nuevo ángulo cotidiano a lo que ocurría en el país.
La solicitud para crear La Época fue presentada en 1983 y, de acuerdo a funcionarios del ministerio del Interior del momento, dicha solicitud se perdió en alguna parte del procedimiento. Se debió pasar a una segunda instancia cuatro años mediante para reiterar el proceso de solicitar el permiso de publicación el cual finalmente fue autorizado en 1987.
La circulación del anhelado diario también marcaría la visión de su creador:
velar porque el poder público se desempeñe de forma transparente tanto jurídica como moralmente y ser conductores de lo que la gente piensa y necesita.
En lo personal como asiduo lector de la prensa independiente de los años ochenta y noventa pude observar de cerca el sentido republicano, el respeto irrestricto y el valor inobjetable de la pluma de Emilio Filippi. Y con ello la necesidad de ponderación y equilibrio aún en tiempos en que nada invitaba a ello.
Sin embargo, me es imposible no hacer notar que la democracia que estrenamos en 1990 no fue necesariamente generosa con los medios independientes y con quienes se jugaron incluso en algunos casos sus vidas para informar desde otros ángulos lo que ocurría en Chile.
Entre los medios que desaparecieron por las razones que fuese se cuenta a la Revista Hoy y al Diario La Época. Con ellos se fue también una parte de una historia de valentía, ética y generosidad que este martes 12 de agosto ha perdido a uno de sus más ilustres integrantes.
Mi profunda admiración y mi mayor agradecimiento para quien intentamos homenajear en estas líneas por su colaboración innegable al retorno de la democracia y porque tras sus sueños cumplidos hubo los de un país entero.
Hasta siempre y muchísimas gracias Emilio Filippi Muratto.
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