El domingo pasado se publicó un inserto en el diario La Tercera que elogiaba la “gesta libertadora” de las Fuerzas Armadas el 11 de Septiembre de 1973. Ante las críticas recibidas por las redes sociales, la dirección del periódico contestó que “la Dirección de La Tercera defiende la libertad de expresión y por ello respeta la opinión de los periodistas del medio que repudian la publicación. Sin embargo, en virtud de lo mismo, defiende su derecho a publicar la opinión de personas naturales y jurídicas que, a través de insertos, quieran exponer sus puntos de vista, siempre y cuando no vulneren las disposiciones legales. La Tercera busca ser un diario plural, que no discrimina visiones en función de su religión, raza o color político”.
Este hecho se suma a lo publicado hace unas semanas en el periódico francés Charlie Hebdo, el que contenía una viñeta en la que el periódico francés se burla de las víctimas del terremoto en Italia, asimilándolas a diferentes tipos de pasta, incluyendo una lasagna de personas aplastadas entre láminas de concreto.
En su oportunidad, hubo quienes señalaron que la intención del periódico es generar reflexión y contribuir al pensamiento disruptivo. El mismo semanario sacó otra viñeta, defendiéndose de las críticas del público y apuntando a las autoridades corruptas que han desviado los dineros destinados a la reconstrucción.
La verdad es que, pese a lo anecdótico que pueden resultar ambas situaciones, este es exactamente el tipo de excesos a los que nos hemos acostumbrado a tolerar en nombre de la libertad de expresión.
Espero que el o la lectora no me malinterprete, creo fervientemente en las libertades y derechos humanos, pero entiendo que dichos derechos son reconocidos a las personas porque ellos son condiciones necesarias para construir una sociedad que goce de justicia, paz y fraternidad, como señala la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Esto significa que el ejercicio de derechos humanos, tales como la libertad de expresión, debe estar orientado a la preservación de estos valores (y, de hecho, el derecho internacional de los derechos humanos les impone limitaciones por esta razón).
Me parece importante, en este contexto, reflexionar sobre la responsabilidad que tienen los medios de comunicación en la construcción de una sociedad democrática. Las personas también tenemos deberes en materia de derechos humanos, y más aún cuando ocupamos posiciones de poder. No podemos olvidar que los medios de comunicación son depositarios de gran parte del poder ideológico que se ejerce en nuestras sociedades. Encontrándose en esta posición, creo que es hora de dejar ese comportamiento adolescente de algunos medios, pretendiendo no tener responsabilidades excusándose en el ejercicio absoluto de la libertad de expresión, y ejercer su rol en la construcción de una sociedad justa, pacífica y fraterna.
Este tipo de ejercicio de la libertad de expresión es abusivo del derecho, contribuye a generar odio entre culturas (en el caso de de Charlie Hebdo) y a promover conductas antidemocráticas (en el caso de La Tercera).
Ello resulta inaceptable en una cultura democrática y, como sociedad, debemos exigir que quienes nos informan asuman una actitud más responsable en la construcción de la misma.
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