María Luisa Cordero, ¿persona non grata o Doctora Honoris Causa?

La psiquiatra más ácida de los medios ha sido declarada recientemente por el Concejo Municipal de Coyhaique como “persona non grata” por decir en su programa radial que las personas de aquella zona son “poco pensantes, primitivas y analfabetas”.  Pero esta es una mera formalidad. Hace años que el personaje “Doctora Cordero” vive un periplo de despidos tras declaraciones y contrataciones tras ratings que la hacen permanecer, cual mala hierba, en los medios criollos. Algo subyace en este ir y venir de polémicas y ello es más que el morboso goce por sus punzantes palabras. U ofensas. Como lo queramos ver.

Nacida en Puerto Montt hace 75 años de padre inmigrante español y madre chilena, María Luisa de niña manifestó el arquetipo de la infanta del cuento “El traje del Emperador” de Hans Christian Andersen, la niña que develaba ante todos lo que nadie se atrevía a decir.

Este desparpajo que marcó su carrera como psiquiatra le abrió las puertas en los medios de comunicación en un Chile que tibiamente rasgaba vestiduras tras el retorno a la democracia.

Democracia que ella siempre ha cuestionado con “el Servicio de Parasitología de Valparaíso” como alude al Congreso Nacional, su crítica a la inoperancia del sistema estatal en diversas políticas públicas como las “duplas psicosociales mediocres” de psicólogas y asistentes sociales en casos de niños del Sename o sus llamados a la autoridad a “comprometerse más, dejando de analizar Chile desde Teatinos con la Alameda”.

Y así, desde el escándalo de las licencias, que ella atribuye a poderes que la querían fuera por sus hirientes misiles mediáticos, pasando por su despido de Chilevisión por decir que Valentina Henríquez se excitaba al ser golpeada por su pareja, hasta el atropello en investigación a una mujer hace un par de semanas, María Luisa se ha convertido en un infaltable producto de la industria de los medios. Ella dice que la mujer se topó con su auto. Así nos “topamos” nosotros también con la doctora…

A pesar de todo, ella siempre ha tenido y tendrá fieles adherentes. ¿Cómo es posible que una “persona non grata” permanezca aferrada en los corazones de cientos de seguidores y más aún, siga con tribuna en medios tradicionales?

Sucede que, la doctora Cordero es un ancla en nuestro tiempo. En una época en que el paradigma de la ligereza prima en todo, en lo que consumimos, en nuestras relaciones, opiniones, objetos, alimentos, diseño, incluso en el ideal de nuestros cuerpos, la doctora Cordero emerge como una contrafuerza mediática ante la utopía light de nuestro país.

Ella es una pesadez, un cuerpo sólido que nos detiene, una carga molesta para el estatus hedonista y autocomplaciente de un Chile que, en su mirada, ha hecho de los eufemismos y el excesivo garantismo las muletas de una sociedad que avanza con torpeza y banalidad.

Nietzsche lo decía: “Lo bueno es ligero, todo lo divino camina con pies delicados”. Pero ella no es la buena de la película, ha asumido el rol de escarnecer lo público representando un vestigio de la modernidad, de la era de las certezas, del rigor, de la disciplina, de las cosas que cuestan, de la precariedad y a eso viene, a recordarnos a los que vivimos en la utopía light que esta era del vacío, de la liquidez, de lo desechable y de lo hedonista rara vez tiene consecuencias positivas.

“Por esta extraña lucidez que nos da a los viejos que venimos de vuelta en muchas cosas”, la Doctora Cordero se convierte en el chicote que ella misma vivió de niña. El que colgaba en el umbral de la casa y la corregía de vez en cuando. Ella, porque nos quiere dice, nos critica, nos enjuicia, nos golpea con un chicote a ver si escarmentamos. Aunque, eventualmente nada de lo que diga, será suficiente.

María Luisa no ha jubilado. De los hospitales psiquiátricos pasó a otro tipo de psiquiátrico, el lugar de orates más grande de los últimos tiempos, la industria cultural repleta de narcisos en redes sociales, de mitómanos en televisión, de neuróticos en la radio.

Y si bien nunca obtuvo el grado académico de Doctor, sus adherentes le han otorgado el Grado de Doctora Honoris Causa. “Yo me veo en mi obra, yo me veo en lo que hago” dijo en uno de sus programas de Mentiras Verdaderas.

Exactamente María Luisa, su obra destructora, cual dicotomía, la trascenderá.

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