Es conocido que actualmente Televisión Nacional de Chile (TVN) enfrenta un complejo panorama financiero e institucional. Durante los últimos años, el canal público ha experimentado una crisis económica significativa, marcada por pérdidas millonarias y bajos índices de audiencia, que ha mermado su competitividad en el mercado televisivo.
Es imposible analizar adecuadamente esta situación sin considerar el modelo de financiamiento de la emisora pública. A diferencia de otros canales estatales en el mundo, TVN se autofinancia para cumplir lo que por ley se le impone, debiendo competir de igual a igual -pero con una mochila mucho más grande- con otros canales de la industria. Estamos ante una institución a la que se le exige cumplir una misión pública, pero donde el Estado no aporta recursos para sostener su cumplimiento.
Fueron estas, entre otras, las motivaciones del gobierno del expresidente Sebastián Piñera para presentar el proyecto de ley que moderniza de TVN y que hoy reactiva el gobierno del Presidente Gabriel Boric. La iniciativa ya fue aprobada en general en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados y Diputadas, y espero no le reste una tan larga tramitación.
Estamos ante una conversación clave sobre el pluralismo informativo como sostén de la democracia y la importancia de la televisión pública y sus múltiples aportes al país. Pese al impulso dado por el expresidente Piñera, la discusión sobre lo público parece seguir siendo un debate que complica a la oposición, que prefiere eludir la discusión enfrascándose en disputas pequeñas con el director de TVN o argumentando la sospecha de la creación de un medio de gobierno más que del Estado de Chile.
Me parece razonable que no compartamos con la oposición el criterio sobre el acceso a la cultura como bien público, la necesidad de potenciar la producción nacional de contenido o el carácter prioritario de la cultura como agenda nacional. Sin embargo, no considero razonable ignorar el hecho de que un canal público tiene la inmensa responsabilidad de conectar a las familias de todo Chile, allí donde los canales privados no tienen presencia alguna, incluso desde una mirada subsidiaria. La televisión pública construye soberanía y hace patria en nuestras zonas fronterizas. Y por si aquello no fuera suficiente, TVN constituye hoy una ventana de proyección de Chile al mundo y por tanto una oportunidad de potenciar la exportación de nuestra producción nacional.
Esperaría que estuviésemos de acuerdo también en que la gobernanza de TVN debe evolucionar. En que un consejo consultivo, de enfoque ciudadano, aportaría a hacer las decisiones del canal más participativas y representativas. En que el fortalecimiento del directorio, con mayores requisitos para la elección de su director ejecutivo, le otorgaría mayor estabilidad y transparencia a la gestión.
Sorprende por sobre todo la negativa a la creación de un fondo patrimonial o endowment. Si lo que preocupa es la autonomía del canal público para ser realmente un canal del Estado y no del gobierno de turno, justamente es el endowment el que otorgaría a TVN una mayor autonomía financiera de largo plazo, siendo el propio exministro Jaime Bellolio -quien presentó el proyecto originalmente- de la opinión de que este sería un mecanismo inteligente para proteger los recursos públicos a medio y largo plazo.
La experiencia de éxito del canal cultural NTV demuestra la capacidad de -con el financiamiento adecuado- generar experiencias de éxito a nivel nacional e internacional. TVN tiene la posibilidad de seguir creciendo al alero de una mirada de fortalecimiento de la televisión pública, resguardando siempre el pluralismo informativo, la representación de la diversidad, el fomento del debate democrático y su rol educativo. TVN tiene el potencial, la experiencia y la responsabilidad para ofrecer todo eso, y es deber del Estado aportar para que sea posible. Este debate no es solo sobre el futuro de un canal, lo es también sobre el bienestar de nuestra democracia.
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