A rey muerto

"Es que el Rey sabe lo que es mejor para nosotros", me dijo un jordano cuando le pregunté cómo aceptaba que su país no fuera democrático. "Mira a nuestro alrededor: todos nuestros vecinos llevan años de inestabilidad, militares en el poder, crisis social y económica desde la Primavera Árabe. Nosotros, dentro de todo este caos, estamos en paz".

Aquel jordano ve a su rey Abdalá II como a un padre que los guía con sabiduría, y su cultura patriarcal no dista tanto de la nuestra. Para nosotros, el Presidente de la República es también una figura de raigambre monárquica, impuesta por el colonizador, la que encarna en nuestra psique al páter que ordena, controla y castiga. Pero a diferencia del jordano, el chileno ya no respeta al páter ni aquellas figuras que representan autoridad; padres, policías, sacerdotes, profesores hoy son sujetos de desobediencia o repudio tanto por sus faltas como por los nuevos valores de la sociedad posmoderna, que se libera de las estructuras y reclama autonomía.

La caída del Presidente de la República, tanto metafórica como literal, en estos días parece ser un hecho, y a un par de semanas de la elección presidencial y de la acusación constitucional a su excelencia, la encuestitis que nos afiebra está dando signos de delirio, porque una idea que contradice la actual crisis de autoridad ha estado surgiendo, la posibilidad de que un sujeto de ultra derecha, pase a segunda vuelta.

Para algunos, Kast es la pasta base de la derecha, y en un país con el nivel de participación que tuvo el plebiscito, su resultado y la conformación de la Convención Constitucional, es evidente lo imposible que resulta un ultra derechista como Presidente. Pero en un Chile neurótico, todo puede pasar.

Sí, suena bastante ridículo que sea electo un sujeto del Rechazo, minoría nacional, que pone en duda el origen del cambio climático, que planea degradar las políticas de género eliminando al Ministerio de la Mujer, que propone salir del Consejo de DD.HH. de Naciones Unidas y materializar una zanja en nuestra frontera como en el medioevo, entre otras fulgurantes ideas, pero hay un punto que corresponde rescatar.

Pero algunos electores en este momento se debaten entre dos caminos, elegir entre lo urgente, o lo importante.

Las ideas fuerza que levantaron el estallido social y dieron paso a la refundación de Chile a través de la Convención Constitucional son claras y compartidas por la mayoría de los chilenos. Las reformas al sistema político, educación, salud, pensiones, protección al medio ambiente, equidad de género, entre otras, son transformaciones que se comprende tomarán bastante tiempo en cristalizar sus resultados, y que tal vez muchos no logren ver sus frutos, pero un país justo es el que se desea legar a quienes vengan. Y ello, es lo importante.

Pero luego está lo urgente, lo cotidiano, aquello que ha invadido nuestro día a día y que ya no se soporta, la delincuencia, el narcotráfico, la inmigración desregulada, la violencia en las calles. Éstos no son los grandes temas de la Convención, no son asuntos sexis, carecen de épica, de poesía, pero están ahí, agobiando al mismo chileno que votó por el Apruebo y que apoya al movimiento social, que siente que ha contribuido con su participación y que anhela las reformas importantes, pero, que no está dispuesto a hipotecar su paz.

Es ahí donde el discurso de la "mano dura" de Kast les devuelve la figura del páter que creían perdida. "El verdadero poder es el miedo", dice Trump, y la angustia de los tiempos venideros para algunos, cargados de incertidumbre y latente violencia enfrenta a muchos votantes ante una disyuntiva electoral, por un lado, desean las profundas reformas que este país necesita, pero por otro, se aferran a una ilusión de estabilidad en la arcana figura de un rey que garantice orden y tranquilidad. No en vano estos nuevos padres ofrecen resguardar la casa, la tradición, la familia y la propiedad, dejando de ser desechables como idea y transformándose en una alternativa real.

Brasil, Estados Unidos y otros ya han caído en este delirio, y con el incierto porcentaje de participación electoral de los jóvenes para esta elección, quienes no sienten necesariamente el mismo interés por la presidencial que por el plebiscito, más la penetración del discurso fascista en estratos medios bajos, indica que todo puede pasar.

Como dice Luigi Zoja, parece más importante el control de la inseguridad que el uso de la libertad. "La creciente ausencia de los padres y la disminución de su autoridad favorecen el traslado de la búsqueda de la seguridad a las estructuras públicas. Detrás de la necesidad de una política fuerte, hay una necesidad de un padre fuerte. La inseguridad que nos lleva en la actualidad a buscar al padre es, en todo caso, pariente psíquica de la que condujo hasta los tiranos".

En algún momento, se necesita trascender al padre. "Debes saber, Hamlet, que tu padre perdió a un padre y que aquél también perdió al suyo. El que sobrevive, está atado a una obligación filial de tristeza hasta cierto término, pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinación impía".

Pronto sabremos si la búsqueda del padre en medio del caos, se convertirá en el caos en sí mismo. El problema será lo que decidamos encontrar.

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