Análisis político de fin de año (“post Cep”)

Sergio Canals
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La nueva encuesta CEP, destapó la “caja de pandora”, y permitió visualizar nuestros monstruos y demonios actuales.

Los chilenos están mayoritariamente, “indignados, preocupados, enojados, y asustados, poco esperanzados y menos orgullosos”.

Desconfianzas en las instituciones y la propia democracia “retro”actual, pérdida de representatividad en las antiguas instituciones y en los viejos y tradicionales liderazgos de impronta conservadora, junto a una incertidumbre generalizada, parecen ser los problemas actuales de una realidad con un creciente aumento de una complejidad sociopolítica y cultural llena de riesgos, acelerada temporal e históricamente en busca de un nuevo humanismo, a la luz de una también nueva humanización.

Los factores de riesgo son psicosociales-culturales con capacidad de perturbaciones catastróficas impredecibles, por los entrelazamientos sistémicos favorecidos por las redes comunicacionales que escapan a todo análisis simple.

Estos, sumados a los ya en marcha desde el mundo estudiantil y ciudadano,(pacífico-violentos), hacen intuir posibles “puntos de bifurcación” (o de cambio), con saltos cualitativos, generadores de nuevas realidades que pueden ser inimaginables e incontrolables en el corto plazo.

Lo que vemos en Chile, parece ser un definitivo conflicto cultural- ideológico-político, producto de nuestra rápida globalización “hipermoderna”, llena de cambios acelerados, tensiones y crecimiento (con sus innegables beneficios asociados), pero que han acentuado a su vez la inequidades, segregación, y fenómenos deshumanizadores asociados, (re-creados y potenciados desde los 70), como la “violencia, corrupción, frustración, aislamiento y miedo”.

Habría que agregar nuevas y terribles pobrezas, consumismos exacerbados, y nihilismos de diverso cuño.

Por lo menos, así lo plantea Lipovetsky, al hablar de esta nueva “cultura-mundo”, que sin contrapeso en lo político, y debido a “la supremacía de los mercados”, funciona ¿(ba)? como “una máquina de desposesión democrática, que priva al Estado de auténticos márgenes de maniobra”.

El estado sería entonces “incapaz de dirigir y organizar la colectividad de manera voluntaria”, con aumento “de los intereses privados por sobre los colectivos”, con la “ampliación el ruido y la entrada en competencia de los grupos de presión al servicio del mundo empresarial, con imperativos de corto plazo”… al imperio del poder económico con una fuerte ideología y valores individualistas.

Durante casi treinta años, mientras el poder de adaptación representativo y participativo transformador del sistema político legislativo se reducía casi a la nada, el contrapoder de la ciudadanía, o como dicen algunos “de la movilización popular”, para generar cambios a la luz de un bien común y humanización bastante olvidadas, fue desarticulado, fragmentado, y aplacado sistemáticamente, (ayudado muchas veces por los medios), con la esperanza de su desaparición y control total.

Así se fue mutilando paradójicamente la única opción real de cambios,…pero sólo por un tiempo.

El actual gobierno, al acentuar visiblemente al extremo esta visión ideológica (muchas veces sólo técnica), de la cultura-mundo, con todos los efectos (y otros, como la incapacidad de crear una narrativa con sentido de los mercados), generó las condiciones ideales, que sumadas a las histórico- globales, activaron las contrafuerzas de resistencias perturbadoras entrópicas (de desorden) necesarias para producir los cambios,liderados por los únicos que podían hacerlos dotándolos de sentido, una nueva generación.

Lo paradójico, es que las propias fuerzas de tensión y transformación, se incuban y son parte de la propia nueva “cultura mundo” que evoluciona, como los derechos humanos, la inclusión étnica-cultural y de las minorías, las visiones ecologistas, los esfuerzos contra la violencia y pro-paz, los cambios científicos-tecnológicos, etc.

Los dados del reino del azar entrópico (y bastante caótico), ya están lanzados en Chile (y el mundo), y sólo se avecinan cambios sobre cambios, y algunos revolucionarios, en el buen sentido de la palabra.

Las fuerzas auto organizadoras fueron liberadas y empujadas, o desde otra visión, la tensión dialéctica fue amplificada hacia una nueva síntesis de una historia que renace de su “fin”, (aunque sospecho que la mataron precozmente).

Nuevos partidos, nueva institucionalidad, nueva política, nuevos líderes.

Nueva educación y salud, nueva seguridad, nueva lucha contra la violencia.

Esta nueva ciudadanía movilizada, los jóvenes y cuatro millones nuevos de electores, tendrán la palabra.

Todos sin exclusión de ningún tipo, tenemos hoy y mañana, la oportunidad de iniciar un verdadero salto cualitativo hacia el futuro y un mejor desarrollo.

Quién no lo entienda, en su vano intento por quedarse tranquilo observando a la orilla, será arrastrado sin posibilidad de control por el turbulento y arremolinado caudal de la historia, con altas posibilidades de morir ahogado por sus propios temores e indefiniciones.

La única opción de sobrevivir, es leer, entender, darle sentido y sumarse confiado a los cambios con esperanzas de triunfo en esta nueva lucha, que encarna las esperanzas y sueños por un mundo mejor, más justo, equitativo y solidario desplegando lo mejor (y no lo peor), que tenemos como seres humanos y personas.

Si puede y está convencido, sea un líder de este cambio, para lograr un mundo real, donde resplandezcan la vida, el amor, el bien, la verdad y la belleza.

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