Chile parece estar pasando de la desarreglada licencia octubrista a un incipiente bukelismo, donde se presume el orden se debe orden se establece sin mediar otra cosa que la fuerza. Pero ni con octubrismo ni bukelismo se construye una verdadera República ni un Estado de Derecho.
En Chile hemos olvidado una importante lección dada por Andrés Bello en el discurso inaugural de la Universidad de Chile en 1843, la libertad se construye "como contrapuesta, por una parte, a la docilidad servil que lo recibe todo sin examen, y por otra a la desarreglada licencia que se rebela contra la autoridad de la razón y contra los más nobles y puros instintos del corazón humano".
La libertad no se funda desde la desarreglada licencia. Ello explica que desde el vandalismo de la muchedumbre no surge más democracia sino más arbitrariedad. Si cada cual cree que puede hacer lo que le plazca, las normas pierden sentido. Eso explica la epidemia de anomia que Chile sufre actualmente, visible incluso en la conducta vial. Quienes han azuzado la desarreglada licencia y el atavismo incendiario de las masas olvidaron que del imperio de la muchedumbre solo surgen los tiranos. Esta es una vieja lección explicada en la tesis de la Anaciclosis de Polibio. Así, bajo una idea distorsionada de lo que es la política y la democracia, le abrieron la puerta a la anti política.
Por otro lado, la libertad tampoco se funda en la simple imposición del garrote. Como decía Talleyrand, "con las bayonetas se puede hacer cualquier cosa menos sentarse sobre ellas". El orden jurídico de una sociedad que respeta las libertades requiere sustento en las prácticas sociales mismas. Presumir que la mera fuerza garantiza el orden y la libertad es caer en un engaño donde se esconde el vacío normativo. Como advertía Alexis de Tocqueville: "No tengo inconveniente en reconocer que la paz pública es un gran bien, mas no quisiera olvidar, sin embargo, que es a través del orden por donde todos los pueblos han llegado a la tiranía".
La educación y la cultura deberían cobrar una importancia radical en ese sentido, no para promover una docilidad servil en la sociedad, sino para impulsar un ejercicio responsable de las libertades. Solo así es posible una sociedad que garantiza el respeto como su base. En eso estamos totalmente en deuda en Chile. Por eso impera el lumpen-consumismo con su anomia boba, tan bien reflejado en esos autos de alta gama sin patente o la normalizada evasión del pasaje en el transporte público.
El debate respecto a las leyes en torno a atribuciones y resguardos a las policías refleja todas estas tensiones. Los efectos de la desarreglada licencia se evidencian en un claro aumento de la anomia a nivel social y el auge de una criminalidad inusitada. Pero la respuesta no pasa simplemente por fortalecer a las policías. Es importante. Pero es esencial recuperar la ética que sostiene una República. Los grupos políticos, tan acostumbrados en los últimos años a actuar por simple voluntarismo y demagogia, son los primeros llamados a aquello. La República lo exige.
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