Durante estas celebraciones de Navidad y Año Nuevo el país fue nuevamente testigo de una ola de violencia que se tradujo en al menos 20 homicidios, según señalan las cifras preliminares. Si bien estas situaciones aún siguen generando un enorme impacto en la población, lamentablemente han dejado de ser una sorpresa. Recordemos que hace un año atrás, en el contexto de las mismas fechas, la cifra de homicidios llegó a 15 casos, es decir, no solo es un fenómeno que viene repitiéndose, sino que va en aumento.
De esta manera, lo que partió como una situación excepcional, progresivamente se ha transformado en una realidad permanente. Lo anterior aplica no solo a situaciones puntuales, como lo son las fiestas y celebraciones, sino que trasciende a todo el año y ha permeado en la cotidianeidad de los chilenos. Un reciente informe de Latinobarómetro, en el cual se miden 17 países de Latinoamérica, ha puesto en evidencia el grado que han alcanzado los miedos y percepciones asociadas a la delincuencia en la población nacional.
En Chile prácticamente la totalidad de la población considera que la delincuencia ha aumentado (96%) y una enorme mayoría manifiesta preocupación a ser víctima de un delito con violencia (77%), cifras que en ambos casos ocupan el primer lugar al compararse con otros países de la región. Por otro lado, 92% de los chilenos considera que la drogadicción ha aumentado en el país, 61% opina que el país está perdiendo la batalla contra el narcotráfico y el crimen organizado, 41% declara que han sido ellos o algún pariente víctima de un delito en el último año y 30% considera que la violencia del narcotráfico es frecuente en el lugar donde vive.
Estas cifras, si bien por sí solas son lo suficientemente alarmantes, pues presentan un panorama sombrío y sumamente pesimista para Chile, se vuelven más preocupantes aun cuando se contrastan con las registradas por El Salvador, país en donde su presidente, Nayib Bukele, ha liderado una campaña implacable contra el crimen organizado.
En esta línea, en el país centroamericano 89% de sus ciudadanos considera que la delincuencia ha disminuido, mientras que 65% señala lo mismo sobre la drogadicción. Por otro lado, 70% opina que el país está ganando la batalla contra el narcotráfico y el crimen organizado, 63% manifiesta que su preocupación de ser víctima de un delito es inexistente u ocasional y solo 12% declara haber sido víctima de uno durante el último año, así como solo 4% indica que la violencia del narcotráfico es frecuente en el lugar donde vive.
Estas apabullantes diferencias también se expresan en registros policiales. La tasa de homicidios de Chile alcanzó 6,3 cada cien mil habitantes el año 2023, mientras que en el Salvador fue de 2,4 para el mismo año y acaban de cerrar el 2024 con un 1,9, según cifras dadas a conocer recientemente por sus autoridades. Un cambio radical en lo que ha sido el contraste entre ambos países, considerando que el 2018 la tasa de homicidios de Chile era de 4,4 y la de El Salvador de 51.
A muchos les incomoda e incluso asusta el fenómeno Bukele, sobre todo por lo que significa en términos de respeto a los derechos humanos y por la vulneración del orden constitucional. En concreto, existe preocupación sobre la amenaza que podría presentar para la democracia que más líderes opten por seguir el camino del presidente salvadoreño, en donde las libertades se coartan de manera significativa con tal de lograr mayor seguridad. Críticas que son absolutamente legítimas y plantean puntos válidos, pero que, para ser honestos, difícilmente podrán resonarán en una población que se encuentra absolutamente agobiada por la delincuencia, como pasa en Chile, o que ha vivido en carne propia los resultados positivos de una política de mano dura en contra de ella, como es el caso de El Salvador.
Mientras que en nuestro país los titulares asociados a las fiestas de fin de año estuvieron marcados violencia y homicidios, El Salvador hizo noticia a nivel internacional debido a que, por primera vez en mucho tiempo, su población pudo celebrar una Navidad en las calles junto a su familia. "Anteriormente era difícil salir en familia, gracias al presidente Bukele, a lo que ha hecho, a las buenas obras, hoy se convive mejor y la gente le da más espacio para salir a convivir de noche", señaló un entrevistado a los medios salvadoreños.
Frente a un panorama como este, la positiva valoración que aún tienen los chilenos de la democracia y las libertades no necesariamente son cortafuegos ante la tentación de querer aplicar soluciones radicales a un problema que nos asfixia. Si hoy las familias deben vivir encerradas y no pueden usar libremente sus espacios públicos muchos se preguntarán ¿qué valor tiene entonces defender la libertad cuando la verdad es que no puedes realmente ejercerla? Este es el dilema al que se enfrentan hoy las democracias liberales y que se ve reflejado en dos navidades: La de Chile y la de El Salvador.
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