Conocí a Clotario Blest, un tremendo sindicalista que hizo de su vida una misión de servicio como un católico activo, con un gran testimonio de vida. En una de esas conversaciones me contó que una semana antes del golpe militar había estado con Allende, con quién tenía una cercana relación, y le había manifestado su preocupación por la situación del país. Me contó que la respuesta del Presidente Allende fue "yo no gobierno, quienes mandan son los partidos".
Esta historia me vino a la memoria cuando escuchaba a Lautaro Carmona, presidente del PC, quejarse porque el Gobierno no le había informado de la salida de Juan Andrés Lagos como asesor del subsecretario Monsalve.
No sé si es una costumbre que cada vez que sale un militante de partido de alguna instancia de gobierno se debiera informar al presidente de la colectividad. Los militantes están allí para servir al país y no a una tienda determinada.
De ser así, volveríamos a la crisis que señalaba Allende, donde los partidos eran lo que gobernaban. Sin embargo, Carmona es coherente con una mirada desde el PC. En los países donde el comunismo gobierna, efectivamente lo hacen desde el poder del partido. El mismo que puede poner o sacar funcionarios y manejar todos los poderes del estado.
El señor Lagos, a diferencia de Camila Vallejo, Jeannette Jara -de destacada labor- y otros ministros de esa misma tienda política, respondía más a las posiciones del partido que del gobierno, al que se debe. Su posición frente a Venezuela por la muerte del exteniente Ojeda o su participación pública en las manifestaciones de apoyo a Jadue en tribunales no respondían a la posición del gobierno, al que se debía, sino a la del partido.
Lautaro Carmona y otros militantes hacen permanente mención a que todo pasa por el anticomunismo. Pueden tener algo de razón, pero para salir de allí no hacen absolutamente nada. Mantienen posiciones anacrónicas tanto en política nacional como internacional. Es cierto, tienen adherentes muy firmes y comprometidos, pero a su vez hay una gran masa de chilenos detractores que toman distancia frente a sus posiciones.
Muchos sostenemos que el PC, más que un partido político, es un movimiento casi religioso, donde a través de la fe en Marx los lleva a mirar la realidad bajo ese evangelio siendo incapaces de verla tal cual es con sus luces y sombras. Por eso apoyan a Corea del Norte, Venezuela y Cuba, sin argumentos sólidos, sino sostenidos por la fuerza de su fe. Muchas veces en sus discursos dejan entrever una mirada propia de los años '70 del siglo pasado, sin argumentos sólidos para nuestro tiempo. Como en toda relación de pareja los culpables, en mayor o menor medida, tienen dos caras. Lo mismo en la política; el anticomunismo es responsabilidad primero de ellos y después del resto de la sociedad. Por lo tanto, no sirve como excusa.
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