El buen humor de Lagos y Piñera

Los humoristas no buscan ser líderes de opinión y usualmente no lo son. Por el contrario, lo que buscan es sintonizar de modo ingenioso con las experiencias de la mayoría, porque su objetivo es conectarse con el sentido común para hacer reír. Los humoristas son seguidores de la opinión pública, no líderes. Quizás por eso inquietan a los políticos y a la elite. Nada más hiriente que una ironía bien puesta que causa carcajadas en el colectivo.

Si las rutinas no fueran ecos de insatisfacción generalizada probablemente los humoristas cosecharían desprecio e indiferencia. Sin embargo dirigentes políticos, periodistas, empresarios y la elite en general hemos cerrado el verano hablando de moderación, respeto, lenguaje adecuado, etc.

Pero los comediantes no han dicho algo nuevo. Han puesto una cuota de ingenio a lo que todos decimos o escuchamos a diario sobre nuestra clase dirigente. Serrat diría que “la verdad nunca duele, lo que no tiene es remedio”.

Y si los humoristas no están liderando movimiento social alguno, la pregunta es quién lo está haciendo. Nuestros dirigentes parecen ausentes. Frente a la andanada de críticas descarnadas, soeces e irrespetuosas (como es regularmente el humor), twitter se llenó de avestruces y los mencionados dejaron de expresarse. Algunos entre los “no nombrados” salieron a defender a “las instituciones”. Honrosa ha sido la excepción de Osvaldo Andrade, futuro presidente de la Cámara, único dirigente que ha sido capaz de articular una reflexión al respecto.

La clase política está cometiendo con los humoristas el mismo error que comete regularmente con los medios: creer que lideran a la opinión pública. Al igual que el humorista, los medios intentan conectarse con la mayoría. Su negocio en la actualidad y la crudeza del mercado es “conquistar audiencias”, no guiarlas. Los medios no siguen agendas ocultas, sino que siguen con desesperación los gustos del público que desean conquistar.

Esta confusión lleva a los dirigentes a reaccionar con miedo. Miedo ante estos supuestos liderazgos que no logran comprender. Los miran desde un lado incorrecto. No son líderes, sino canales de expresión de un cierto sentir popular. El reclamo por el tono, el cuidado de las instituciones, la defensa corporativa no es entonces para la ciudadanía un justo reclamo ante el exceso, sino una censura indebida frente a la propia conversación de sobremesa que se está dando en la casa.

De la confusión respecto del liderazgo surge la ausencia del mismo. Del temor de decir lo que realmente se piensa y se cree, surge el reclamo frente al mal trato.

Del temor a mostrar un camino a seguir a una ciudadanía molesta, surgen las decisiones erráticas que en algunos casos parecen tomadura de pelo: no reajuste al sueldo de autoridades, agendas cortas, control de identidad, proyectos de ley a matacaballo y las leyes para perfeccionar leyes mal hechas. Donde gana la incapacidad de liderar, ganan también las apuestas comunicacionales simplistas y populistas.

En este esquema no debiera sorprender que las futuras alternativas presidenciales más potentes sean Ricardo Lagos por la izquierda y Sebastián Piñera por la derecha. Ambos ex Presidentes están construyendo una comunicación con el público desde sus convicciones, asumiendo sus historias, los anticuerpos que generan en algunos sectores, entregando su propia visión de futuro. No están buscando encantar ni encubrir sus historias, sino dar un sentido, mostrar lo que les gustaría hacer, comprendiendo del mejor modo posible el crudo humor de los tiempos que corren.

Estamos en año de elecciones municipales y es muy probable que en estos comicios vote aún menos gente, y que además lo hagan los más mayores. La abstención probablemente se concentrará entre los menos acostumbrados a votar, los más jóvenes.

En la medida que los políticos cuestionados, los actuales dirigentes, los recurrentes en las rutinas de los humoristas sigan escondiendo la cabeza, lo natural es que la opción de los ex presidentes tienda a consolidarse, en gran medida por la capacidad comunicacional que están teniendo de ofrecer un camino, que no será del gusto de muchos, pero es mejor que la ausencia de pautas. Tienen la ventaja de tener una oferta en vitrina, una oferta que la actual dirigencia política no ha sido capaz de cristalizar.

En un simplismo extremo, si se pudiese resumir en un par de palabras, Sebastián Piñera nos está ofreciendo crecimiento y éxito. Ricardo Lagos, por su parte, desarrollo inclusivo. Aquello parece ser suficiente en el actual estado de confusión del resto.

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