El feminismo es también un imperativo económico

Las marchas de los últimos días nos llaman a reflexionar tanto sobre las persistentes e históricas desigualdades de género, como del inaceptable ritmo en que se han ido abordado algunas de ellas.  

Hablar de feminismo es hacerse cargo de problemáticas tales como, violencia, abusos, educación sexista, discriminación en los planes de Isapres, además de los imaginarios culturas y los sesgos inconscientes. 

Pero también es afirmar que Chile no será un país desarrollado sino se hace cargo de que el ingreso de las mujeres a la esfera social ha sido beneficioso para la sociedad en diversos ámbitos, por ejemplo en el ámbito económico.

Tener más mujeres en el mercado laboral mejora la productividad del país. En el caso particular de Chile (según un estudio de la Subsecretaría de Economía en 2016) por cada 100.000 mujeres que ingresen al mercado laboral el PIB aumentaría un 0,6%, aumentando considerablemente también los ingresos percibidos por pago de impuestos. 

Ante eso, una de las preguntas que es importante contestar es ¿porqué las mujeres no ingresan al mercado laboral?, y la repuesta, en más de la mitad de los casos, es porque estamos en tareas no remuneradas, básicamente cuidados de niños y enfermos. 

O sea, no sólo estamos subsidiando la falta de políticas sociales, sino que, además, esto perpetua la desigualdad y/o la pobreza.

Ejemplo de esto, es que, el trabajo de 57 millones de trabajadores no remunerados de todo el mundo, suple las insuficiencias en atención sanitaria. La mayor parte de estos trabajadores son mujeres que han renunciado a sus empleos para desempeñar este papel.

Está demostrado que las políticas que invierten en la economía de cuidados repercuten positivamente en el crecimiento económico, el empleo y la igualdad de género.

Según una investigación realizada en siete países de la OCDE, se calcula que si se invirtiese el 2% del PIB en servicios asistenciales, en este caso en asistencia social y atención a la infancia, el índice de empleo se incrementaría entre un 2,4% y un 6,1%. 

Por ende, las políticas sociales no deben ser vistas sólo desde la perspectiva de concurrir a los sectores vulnerables, sino que además, hay que tomar en cuenta que estas pueden favorecer los índices de ocupación y de crecimiento económico. 

Por ello, una de las condiciones habilitantes de la incorporación de mujeres al mercado laboral y, con ello a percibir ingresos, aumentar su autonomía, entre otros beneficios, es que se visibilicen las cifras de carencia de inversión en políticas públicas y de infraestructura en materia de cuidados. 

En otro ámbito, es necesario señalar que, las empresas que no incorporan mujeres, tanto en su cadena de producción, como en roles de alta dirección están perdiendo de ganar dinero. El año  2012, un estudio del Banco Mundial, concluyó que, de un total de alrededor de 2.400 empresas, aquellas que tenían al menos una mujer en sus directorios tenían un rendimiento un 26% mejor que otras compañías que no las tenían. 

Porque el “feminismo” no es sólo un tema de mujeres ni un tema de “moda”, lamentablemente muchas veces caricaturizado, sino que es un imperativo de derechos, ético y por cierto económico.

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