Las últimas semanas hemos visto el despliegue de los candidatos a la presidencia de la República a través de los medios de comunicación.
Llama la atención la postura asumida por los dirigentes del Frente Amplio y su abanderada Beatriz Sánchez. La forma en cómo describen la situación de nuestro país, ya que nos hablan de una nación que está al borde de un colapso, acusan que los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría no han hecho nada por el progreso de Chile y afirman que todo lo realizado nos ha llevado a un fracaso como nación. Me cuesta entender de dónde sacan los datos para asegurar tal catástrofe.
Quisiera que alguno de los dirigentes de ese sector me explique por qué el Frente Amplio y máximos representantes no atacan o tocan a Sebastián Piñera, que es el claro adversario de las ideas y sueños que tenemos los partidos de izquierda.
En ese sentido, resulta claro y obvio que el Frente Amplio ha definido como sus adversarios los partidos de la Nueva Mayoría, no así la derecha.
Esta misma condición la veo, leo y escucho de los voceros de la derecha. Tienen la misma percepción de lo que ocurre en Chile. Algunos parlamentarios de oposición compiten cotidianamente para tratar de convencer a la opinión pública que estamos al borde del abismo. Que todo está mal.
Resulta que los estudios bien hechos describen una situación diferente. La gente, las personas dicen que están bien. Dicen que tienen un alto grado de satisfacción en sus metas y anhelos.
¿Cómo explicar tal coincidencia entre polos tan antagónicos ideológicamente?
La única razón es que ambos sectores comparten una ansiedad neurótica por conquistar votos en las vísperas de las elecciones que se vienen. Ambos creen que de esa situación que describen como real, podrían conquistar adhesiones y por tanto, votos.
Ambos bandos creen y tratan de reproducir la situación que se produjo en España. Así, su problema es como capturar a los supuestos “indignados”. Me parece que tal fenómeno sólo está en los analistas políticos interesados en crear tal estado de ánimo en la población. Y para eso vociferan, mienten, inventan cosas, y las comunican con dramatismo ramplón.
Pero la cosa debiera enfrentarse de manera diferente. Soy partidario del diálogo, de la discusión bien reflexionada. Para disputar el voto, que cada uno exponga sus ideas, sus proyectos y sus anhelos.
¡No destruyamos el buen país que tenemos!
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