El mejor jabón para limpiar la imagen de los políticos

Los políticos rechazados por la gente en numerosas elecciones y encuestas pretenden ahora utilizar el Rechazo para lavar su precaria imagen y de paso eliminar la nueva Constitución y convertirla en interminables discusiones.

En estos días se ha hecho patente un llamado a los chilenos a actuar con valentía. Ya se sabe que los indecisos son muchísimos y en consideración a esto, los políticos que se han quedado en el pasado debido a su mala fama, la falta de probidad y la desconfianza de la gente en sus promesas, están desesperados por retomar la dirección de la política chilena. Es la razón escondida por la cual han ideado esta estrategia de confundir a los indecisos haciéndolos creer que el rechazo permitiría hacer una constitución mucho mejor, lo cual es completamente inverosímil, ya que en más de 40 años han sido incapaces hacer cambios sustanciales a la actual Constitución y son incapaces de comprender cuál es el estado de derecho moderno que la gente necesita hoy en día.

¿Cómo entonces se podría confiar una Constitución completa a estos políticos? Es evidente que pasarían decenas de años discutiendo acerca de su mundo de políticos, pero no modificarían absolutamente nada de fondo. ¿De qué pesadilla despertaron que ahora les surgió esta repentina y desesperada pasión por hacer algo que rechazaron y despreciaron por tanto años? Recordemos lo que dijeron a raíz de las protestas de octubre: "No nos dimos cuenta de lo que la gente quería". Entonces ¿Quién podría ser tan iluso de creer que pueden hacer una mejor constitución si no han sido capaces de hacer simples leyes?

La respuesta es una y clara: después de la vergonzosa caída por la cual en sucesivas elecciones la gente los ha despreciado, descubrieron la justa y perfecta oportunidad de lavar su desvergonzada reputación: decirle a los indecisos que prefieran rechazar con el supuesto propósito de rehacerla.

Pero la verdad inconfesable es que si así ocurriera, implicaría de hecho que todo volvería a manos de ellos y serían elevados gloriosos como si la gente les devolvieran su prestigio perdido, como dejando en evidencia que había un error, que la gente estaba completamente equivocada al creer en esos desalmados muchachos de Octubre y que nunca se debió idear una tan maléfica Convención Constitucional. He ahí el quid del asunto: ¡Chilenos: lavemos todos, la imagen de los políticos: votemos Rechazo!

Para este show pusieron a una cantidad de interpósitas personas, una de ellas, un idílico poeta, que asume un movimiento de "Amarillos". ¡Vaya nombre! Trae malos recuerdos de tiempos ya perdidos en la triste historia de la política chilena. Los nombres suelen tener resonancias subliminales. Llamarse amarillo en los tiempos previos al gobierno militar, refería a quien traicionaban, por lo cual alguien dijo que eran como los plátanos: blancos por dentro, pero amarillos y chuecos por fuera.

Claro, los políticos no aparecen en la primera línea, porque su intención es poco o nada clara. La historia conocida muestra que en más de 30 años apenas se hicieron unas insignificantes modificaciones constitucionales. ¿Quién entonces, en su sano juicio podría creerle que si le entregan a ellos la responsabilidad de cambiarla van a hacer algo real y efectivamente nuevo, acorde los tiempos, que responsa al clamor de la gente de aquel de Octubre y que garantice los derechos emergentes?

Votar Rechazo entonces es lo mismo que decir: Es verdad que los políticos caducos dirigían adecuadamente los destinos de nuestro país. De ahí entonces, la Constitución jamás será modificada en profundidad y no se orientará en la dirección a los cambios sociales acordes a las necesidades actuales y futuras. Solamente volveremos a los ajustes porcentuales y las peleas políticas en las cuales los políticos, resuelven sus controversias de su mundo, sumidos en sus propios discursos que nadie entiende.

Para lograr su propósito que por meses estuvieron tratando de elaborar, ellos mismos no pueden decirle a la gente que esta es la cuestión. Que ellos lo que quieren es limpiar su mala imagen poniéndose detrás de bambalinas, detrás de las banderas de un eventual legítimo rechazo.

No obstante lo anterior, la opción de rechazar es un opción válida. ¿Qué hacer entonces? El plebiscito es para aprobar o rechazar lo que la Convención Constitucional propone, pero no debería entenderse como el rechazo del proceso ya que no hay duda que es necesario cambiarla. En consideración a esto, es justo y prudente considerar un eventual rechazo como una manera de exigir la revisión del documento tal vez, por una nueva CC; pero por ninguna razón puede pasar a las manos de quienes destruyeron la confianza de la gente y convirtieron la noble tarea del político en un oficio mezquino y deleznable.

No obstante todo lo dicho anteriormente, es muy peligroso caer en la tentación de pensar que es conveniente rechazar para hacerla mejor, porque eso sí que es falso. Rechazo es un premio para los políticos y no se volverá a dar otra oportunidad en la historia de poner el estado de derecho a la altura de los tiempos que corren.

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