Es sabido que las fracciones radicales integristas que buscan imponer sus visiones a todo un pueblo son un verdadero desastre. Hamas e Israel son hoy un testimonio vivo de ello. Un Hamas que maneja la Franja de Gaza e impone su criterio de no reconocer a Israel como nación y por ello lo atacar sin piedad descargándose en los civiles con una crueldad inusitada. Un Israel con un gobierno de Benjamín Netanyahu de extrema derecha que mantiene en una prisión a cielo abierto al pueblo Palestino y que lo ataca también sin piedad, sabiendo que esa zona es la más densamente poblada del mundo y que los principales caídos serán civiles.
Generalmente las visiones integristas van asociadas a una religión y en defensa de esos principios actúan. Como también el Marxismo que no siendo una religión, actúa como tal para sus seguidores. Ahora lo sorprendente es que las tres religiones monoteístas -Judía, Católica y Musulmana- son utilizadas como refugio de estas posiciones. La lista es larga.
En definitiva caen en una radicalidad ideológica que no les permite ver la realidad en toda su dimensión, se niegan a dialogar, compartir opiniones, buscar juntos la verdad, porque ellos la tienen y son la verdad. Por lo tanto están tan enceguecidos que no ven la realidad objetivamente, sino conforme le conviene ver. Construyen relatos y cuentos para justificarlo, pero muchas veces lo que dicen defender como principio se cae a la hora de confrontarlo con la realidad
Son movimientos y partidos de carácter mesiánicos.
En nuestro país, si revisamos la crisis del '70 al '73, veremos que esta visión fue la que nos llevó al despeñadero. Era tu verdad contra mi verdad. No se podía llegar a dialogar y acuerdos. El final de esta película todos la conocemos y anhelamos no volverla a ver nunca más.
Hoy estamos enfrentado a un momento trascendente de nuestra historia; definir nuestra nueva Carta Magna. Hoy después del amplio acuerdo de los expertos que nos presentó una propuesta que logró ser aceptada por todos los sectores del país, el Consejo Constitucional terminó elaborando una nueva que deja al país muy dividido. Una Constitución que se da por llamar por un sector político como "Kastitución", en honor a Juan Antonio Kast, creador y líder del Partido Republicano, que tiene la mayoría circunstancial de los escaños de este consejo.
Sabemos que una Constitución no puede ser el traje a medida de ningún sector, sino de Chile. Tenemos claro que es una carta de navegación para los próximos 50 años, por lo que debe ser un acuerdo que nos represente a todos y no a mayorías circunstanciales.
Lo dramático que ésta fue justamente la razón por la que fracasó la primera propuesta. El radicalismo de izquierda redactó en gran medida esa propuesta, la que fue rechazada ampliamente. Las visiones refundacionales, las máximas identitarias quisieron hacer un festín que les reventó en la cara. Sin embargo el mal no se lo hacen a ellos mismos, sino al país.
El hombre es el único ser que se tropieza más de una vez con la misma piedra. Y producto de la pendularidad que por momentos de la historia ha hecho tanto mal al país, ahora sufrimos lo mismo pero desde una mirada de extrema derecha.
¿Tendremos alguna salida?
Esperamos y anhelamos que, en el corto tiempo que queda, las corrientes sensatas y dialogantes se impongan y tengamos una nueva Constitución que nos represente a todos, sin tener que rechazar la propuesta para quedarnos de malas ganas con la que tenemos.
Trabajemos como país para superar la etapa de los integrismos político-religiosos y generemos una sociedad dialogante, respetuosa y fraterna. Para ello los ciudadanos debemos aprender a saber elegir adecuadamente y no actuar en algunos casos solo emocionalmente. Eso ya nos ha traído y nos sigue trayendo un gran daño para el país y su convivencia.
Pero por sobre todo, cuidémonos de los mesianismos de lado y lado, porque son falsas soluciones y no nos llevarán, en ningún caso, a la tierra prometido sino a un gran desastre; como ya lo hemos experimentado.
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