El triunfo del pinochetista Partido Republicado, el 7 de mayo en la elección de consejeros para redactar una nueva Constitución, con casi 3 millones 500 mil votos, no es más que una mayoría circunstancial, tan simple como eso. En Chile somos unos 19 millones y votaron casi 12 millones 500 mil electores. Es decir, los votos republicamos solo equivalen a alrededor de 15% del país, y a esto súmele que un muy alto porcentaje de quienes votaron por los republicanos no lo hicieron por afinidad ideológica, sino como protesta a la situación socio-económica, al empoderamiento de la delincuencia y en rechazo a un gobierno que no es "ni chicha ni limoná".
Sin olvidar, por supuesto, el porcentaje, no menor, de la conciencia social retrasada de la existencia social. Por otro lado, no olvidemos que este proceso es resultado de una componenda de los partidos políticos bajo la batuta de los empresarios. Es decir, una farsa para legitimar otra farsa.
Ahora, respecto a la "nueva" Constitución, está ya está cocinada, y será ni más ni menos, como lo hemos dicho desde el principio, que la "nueva Constitución de Jaime Guzmán" con un aditivo de fanáticos religiosos (Opus Dei), que entre sus gracias promueven el negacionismo, que no es otra cosa que ser encubridores de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la tiranía militar tras el golpe de Estado de 1973. Respecto al triunfo circunstancial de los republicanos, dentro de la contingencia política, el Gobierno tiene gran culpa, en particular el Presidente Gabriel Boric, que desde el momento en que fue electo comenzó a comportarse -para decirlo en términos populares- en una especie de chupamedias de la derecha, de los empresarios y de la exConcertación.
A estos últimos los hizo parte de su gobierno, llenando de alabanzas a sus expresidentes Lagos y Bachelet, que en el imaginario de Boric pasaron a ser la panacea de la política, enviando al exilio sus "convicciones" pasadas. No olvidemos, además, que, al ser electo Presidente, Gabriel Boric conversó públicamente con el Presidente Piñera manifestándole que era un orgullo conversar con él.
Claro, dicha conversación, con el mismo que violó los derechos humanos tras el 18 de octubre de 2019, invadió su corazón de republicanismo y orgullo democrático. Del rol del PC mejor ni hablar, desde que se integró a la Nueva Mayoría (y luego a Apruebo Dignidad) se transformó en "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser". Lejos quedaron sus aspiraciones profundas de construir una sociedad justa, sin UF, sin letra chica en las leyes, sin abusos, con salud y educación con gratuidad total y sin todo aquello por lo que cientos de compañeros dieron su vida. También estos "adalides de la educación" olvidaron que era imprescindible reponer en el currículum educacional las materias de filosofía, historia, educación cívica e idiomas desde primero básico, igualándolas en horas a lenguaje y matemáticas.
Las genuflexiones del Presidente Boric (claro ejemplo es cuando palmotea con rostro apesadumbrado la espalda del general director de Carabineros en vez de pedirle la renuncia por toda la corrupción en el alto mando), las alabanzas al golpista Aylwin cuando inaugura su estatua y un largo etcétera de vueltas de carnero, lo único que han hecho es dar espacio a la derecha para que acreciente su poder, porque Boric y Apruebo Dignidad gobiernan, pero no ejercen el poder, solo intentan algo así como "queriendo sin querer mucho".
Escuchar a la vocera de Gobierno no dista mucho de las entelequias que escuchamos durante 30 años. Eso es un hecho de la causa, una realidad. Alguien dirá ¿pero, y el sueldo mínimo? ¿Las 40 horas? Pues bien, una golondrina no hace verano, y menos con letra chica. El Gobierno de Apruebo Dignidad hace todo lo contrario a lo que sus dirigentes dijeron que harían en favor de la gente, se dedican a machucar el membrillo en el Parlamento y a ser cortesanos del republicanismo portaliano. Y más encima el Presidente, en una acción ridícula y sumisa, les pide a Republicanos "no cometer los mismos errores que nosotros" cuando redacten la "nueva Constitución".
En fin, solo queda a los chilenos, para que la dignidad se haga costumbre, rechazar la próxima Constitución del neopinochetismo. Lo contrario solo significaría que la afirmación de Manuel Rodríguez, en 1816, de que "al chileno le falta la dignidad del hombre libre", sigue latente en la actualidad. Nos plus ultra.
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