El último fusible

El caso de Camilo Catrillanca se ha convertido en la mayor y peor crisis para el Gobierno del Presidente Piñera. Desde el 15 de noviembre la tormenta ha ido arrasando, uno a uno, con los responsables. Los fusibles se han ido quemando poco a poco.

Los primeros en caer vinieron del lado de los fusibles de Carabineros. El General Hermes Soto dio de baja a los suboficiales del Comando Jungla que participaron del operativo, más un Coronel y un General, hasta ahí, por responsabilidad de mando. Luego, y producto de sus desafortunadas declaraciones y de la presión política, vino el turno del Intendente Luis Mayol.  

Fue destituido por el Presidente el mismo día que la Democracia Cristiana anunció que se presentaba la Acusación Constitucional contra Mayol. Él mismo, tampoco fue capaz de darle un poco de dignidad a su salida, reclamando “pequeñez política” de parte de la oposición sin asumir un ápice de responsabilidad.  

El Gobierno pensó que había puesto un dique de contención a la crisis, pero en realidad solo había comprado un tanque de oxigeno para resistir un poco más.

Cuando ya se sabía que Carabineros había mentido, que habían manipulado las pruebas, eliminado las tarjetas de memoria de las cámaras y todo ese sinfín de información que emergió a lo largo de los días, vino el turno del General Hermes Soto.

El Gobierno necesitaba más oxígeno. Pero no contaban con la astucia de Hermes. En un hecho inédito de insubordinación - aun cuando apegado a la ley - el General Director le dijo que NO al Presidente de la República.  

Hermes Soto ya sabía lo que ocurría, y no estaba dispuesto a convertirse en fusible de forma voluntaria. Lo convirtió el propio Gobierno, considerando que el General Director ya había echado mano a todo lo que podía en su mando hacia abajo.

Tenía, seguramente, claridad y conciencia de sus actuaciones, mucha información, y no estaba en condiciones de “ayudar” al Gobierno en desmedro de su institución.

Decidió que el Gobierno pagara un costo por su salida mientras hacía el esfuerzo de salvaguardar su honor. Igualmente fue destituido, prácticamente, de forma inmediata.  

En estas circunstancias, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, ya constituido, en consecuencia, en fusible, está colgando de un piolín, para decirlo coloquialmente. 

Dos golpes ha recibido esta semana: primero, la filtración de la declaración del General Victoriano, que indica que el mismo día del asesinato informó telefónicamente al Ministro Chadwick que Camilo Catrillanca se encontraba desarmado al momento de su muerte.

Esto, por sí solo, echa por tierra la tesis defendida por el Gobierno, del “enfrentamiento”.

El segundo, cuando se señala que el general Victoriano no participó de la redacción del informe que se envió al Ministro, en circunstancias de que este último había dicho que el informe lo había recibido del mencionado General. 

El último fusible que le queda al Gobierno es demasiado importante como para dejarlo caer tan fácilmente. Ya agotó buena parte de su capital político y su línea de crédito está en el límite.

Todos los partidos políticos de oposición le han solicitado la renuncia y se comienza a evaluar, seriamente, una acusación constitucional en su contra. 

Se inicia un verano caluroso para el Gobierno y, aun así, el Presidente Piñera va a resistir con Chadwick. No lo hará por razones sentimentales, o porque el “acusado” sea su primo, sino por una razón estrictamente política: va a esperar todo el resto de las “filtraciones” - que deben ser abundantes - y todo lo que queda por saber, para que, llegado el momento, lo destituya arrastrando toda la culpabilidad.

Ese sería el mecanismo más lógico para quemar el último fusible que le queda al Gobierno.Ministro Chadwick, llegado el momento, aceptará su castigo y pondrá su corazón sobre la espina, al estilo Oscar Wilde, y derramará toda su sangre para que el rojo de las banderitas que portan en la solapa sus compañeros del Gabinete, mantengan inalterable su mismo color. 

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