El Veto a la Mayoría

El veto Presidencial a leyes aprobadas por mayoría parlamentaria está reservada en nuestra tradición republicana a situaciones excepcionales, que se derivan de la necesidad imperativa de zanjar desencuentros profundos entre el poder Ejecutivo y Legislativo. Su uso es perfectamente legal, pero sus consecuencias políticas no son triviales, sino profundas, en la medida que señala inequívocamente la disposición del Presidente de la Republica para procesar las diferencias con el poder Legislativo.  

En esta semana, hemos visto un uso frívolo y caprichoso de esta potestad, para un asunto donde el parlamento había acercado posiciones con buena voluntad y dialogo. Las diferencias eran y son, perfectamente discutibles y enmendables. Por ello resulta completamente reprochable la irresponsabilidad política con que el Presidente operó el veto. 

La primera y más alta responsabilidad del Presidente es unir al país y convocarlo a construir acuerdos en la casa de todos: el Congreso. Para ello  debe entender que su liderazgo no depende de su capacidad para presionar a aquellos que no compartimos sus puntos de vista, sino que depende de su capacidad para escuchar, dialogar y convencer. 

El reciente uso malogrado del veto Presidencial a una ley aprobada por ambas cámaras del Congreso, es un ejemplo alarmante de una sorprendente y persistente incapacidad del Gobierno y sus ministros por comprender un hecho simple y evidente, que el Ejecutivo se encuentran en minoría en el Parlamento y que por lo tanto debe perseverar en una actitud constructiva si quiere obtener acuerdos.

Cuando el Presidente y su Gobierno imaginan y acusan que existe un “bloqueo”, no logran  aceptar el ejercicio de deliberación democrática que realiza un poder autónomo del Estado y que hace uso pleno de sus facultades constitucionales. Con el veto presidencial es justamente el presidente Piñera quien bloquea al Congreso, el cual aprobó un reajuste del salario mínimo que necesitan los trabajadores y trabajadoras más pobres de nuestro país. 

Durante estos casi seis meses el Gobierno ha buscado de una u otra manera desconocer la mayoría que Chile democráticamente votó para que lo represente en el Congreso.

Primero, tratando de instalar “acuerdos nacionales” a espaldas del parlamento, luego con emplazamientos destemplados sobre los deberes del poder legislativo, más tarde con el intento de censurar a la mesa que dirijo y finalmente en esta ocasión, ha tratado de someterla a través del veto. 

El Gobierno ha convocado al poder legislativo a un itinerario de importantes materias que discutir y resolver en la agenda legislativa como son la reforma tributaria y la ley de pensiones.

Espero sinceramente, por el bien del país, que el Presidente elija el diálogo y abandone el camino de la polarización.

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