Para los que favorecemos la instalación de un Estado social, debemos entender que la sociedad chilena no es la sociedad alemana, la que es constitutivamente "Estado social" desde la unificación impulsada por Otto von Bismarck y fortalecida por Ludwig Erhard en la posguerra.
En primer lugar, se debe tener en cuenta dos principios fundamentales. Uno de ellos es "tanto Estado como sea necesario y tan poco como sea posible" y el otro que "no hay economía social sin Estado social".
Para efectos de Chile, es crucial poner atención a la historiografía social y cultural del país y en particular, las últimas décadas donde los gobiernos se han posicionado en frente del Estado y no en el Estado, dada la oposición esencial de la clase política a la experiencia bélica constitutiva del Estado de Chile como forjador de nación, cuyas diferencias sociales configuran la necesidad de fortalecer los cuerpos intermedios de la sociedad como base de cualquier proyecto social.
A la luz de lo anterior, "la comunidad organizada es el sustento de cualquier Estado social en Chile". Esto quiere decir que un Estado social bajo la perspectiva socialdemócrata europea es inviable, por el contrario, es razonable un Estado social comunitariamente orientado. ¿Por qué?
Porque en una sociedad, cuyo tejido social mayormente desmantelado, un Estado social como lo propone la oligarquía en las bases institucionales del proyecto sería sólo un régimen procedimental para intentar mejorar algunos derechos individuales, lo que, ante la imposibilidad de cubrir las diferencias y malestares sociales, crearía tal crisis de expectativas que el Estado social perdería todo valor social, convirtiéndose en una mera entelequia discursiva.
Por lo tanto, es prioritario desarrollar una reflexión nacional sobre el diseño político-administrativo de Estado acompañado de los cambios institucionales que desahoguen y racionalicen el aparato central en todo el país, creando así las condiciones para promover las juntas de vecinos como una verdadera autoridad, fortalecer públicamente las fundaciones y corporaciones en su función social y fomentar las res productivas cooperativas y de colaboración público-privada.
En conclusión, la elaboración e instalación de un Estado social a la chilena requiere de una reflexión nacional legítima en las instancias republicanas tradicionales, expresión de la voluntad popular, para proponer un diseño verdaderamente chileno que igual al alemán, es profundamente subsidiario.
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