¡Fue sin querer queriendo! Errores involuntarios o la marcha de la estupidez

Joaquín Orellana Calderón
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Siempre que el Chavo del 8 cometía un error involuntario, al ser reprendido por sus pares, respondía con la siguiente exclamación, ¡Fue sin querer queriendo! acto seguido, era perdonado y todos olvidaban el episodio.

La versión 2.0 del gobierno de Sebastián Piñera, a mes y medio de su estreno, con aciertos y desaciertos nos ha transportado a la escena de Chespirito y la vecindad del Chavo. De este modo, las declaraciones emitidas por Hernán Larraín (ministro de Justicia y Derechos Humanos) que pusieron en tela de juicio la autonomía del Poder Judicial o el episodio errático de las cifras de portadores de VIH/SIDA entregadas por Emilio Santelices (ministro de Salud), han marcado la pauta comunicacional respecto la cantidad de errores no forzados cometidos por el ejecutivo.

Con base en lo anterior, ni el presidente Piñera ni la ministra Pérez ( Secretaria General de Gobierno) han logrado permear al gabinete ministerial de un aspecto crucial de la política, la prudencia comunicacional.

Cuestión que puede parecer de perogrullo, pero que resulta clave al momento de medir la opinión pública y movilizar consensos, tanto en la coalición de gobierno como también en la oposición.

Respecto a la oposición, el comentario emitido por el Diputado Urrutia (UDI) que atenta sobre las víctimas de derechos humanos en dictadura, no solo termina siendo una bala en los pies del mismo oficialismo, sino también culmina en el mejor argumento (de consenso implícito) para dar cohesión a una oposición desperfilada.

Lo mismo ocurre con el nombramiento de Pablo Piñera en la embajada de Chile en Argentina, una cuestión que parece de manual respecto a “lo que usted no debe hacer en política”, termina siendo un autogolazo de proporciones.

Ahora bien, La Moneda ha logrado instalar temas en la agenda, migraciones, infancia, salud, educación y seguridad, demostrando habilidades tanto legislativas como administrativas, generando empatía en el ciudadano común y corriente. En esta línea, se ha argüido con la centro-derecha aprendió a gobernar.

No obstante, en la línea de lo aprendido, ¿cuál es el nivel de tolerancia ante el error? No lo tenemos claro, la opinión pública será quien juzgue, pero sí sabemos que frente a un error, acto seguido viene una disculpa.

Así, este mes y medio, el Ejecutivo ha gobernado con base a disculpas. Un caso ejemplificador, el de Gerardo Varela, mnistro de Educación quien luego de sus declaraciones, donde sus hijos eran unos “campeones”, hizo un mea culpa, rectificando el punto.

Nadie dijo que fuera fácil gobernar, cuestión que presenta aún más obstáculos al momento de desarrollar una gestión que presenta un alto margen de error, sobre todo cuando en la vertiginosidad de los medios de comunicación y en la rapidez de la información caer en la marcha de la estupidez no parece tan difícil.

En este contexto, la oposición tiene la tarea de re-pensarse, recomponerse y elaborar un diseño más amistoso y cercano para la ciudadanía. De este modo, sentar las bases de una oposición constructiva, que vea en el oficialismo la oportunidad de regenerar el tejido perdido.

Finalmente, es de esperar que por el bien del país, se enmiende el camino y que lo que parece hoy un guión de Roberto Gomez Bolaños no sea más que ficción.

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