Coescrita con Federico Arenas Vásquez, doctor en Ciencias Económicas y Sociales, académico del Instituto de Geografía UC
En recién pasada elección se eligieron cinco autoridades regionales en primera vuelta y quedaron 11 para una segunda vuelta. Ese es el dato matemático-electoral-político de dicha elección regional. Las elecciones municipales, en su cobertura de alcaldías y concejalías, también lograron resultados, que junto con las consejerías regionales (la otra elección regional), darán para varios análisis y conclusiones. Ahora queda por verse el resultado de estos 11 balotajes -el 24 de noviembre- donde pasarán desde lo teórico algunas cosas y, desde lo práctico, otras.
Desde lo teórico-práctico, debería ocurrir que todos los encadenamientos políticos electorales al día 28 y 29 de octubre debiesen ajustarse nutritivamente, ad portas del nuevo desafío electoral de fines de noviembre. Por lo tanto, los pactos, con sus derrotados y vencedores debiesen colocarse a disposición de este mandato de elección de gobernadores/as regionales.
Desde lo práctico, es sabido que el desafío de acometer una segunda vuelta de autoridades regionales obliga a las candidaturas comprometidas a buscar todos los apoyos, en un contexto complejo de cansancios y evaluaciones diversas de quienes participaron en la primera y segunda línea, obligando además a los telones de fondo políticos, llámese partidos políticos, con todo el descredito que tienen, a querer avanzar en los ajustes de acuerdos para acometer esta tarea con posibilidades de éxito. También la ciudadanía, que gradualmente incorpora en su imaginario la elección regional, en sus combinaciones organizativas diversas, debiese querer involucrarse en tal proceso, funcional a sus intereses de desarrollo comunitario-barrial-comunal-regional.
Los gobiernos regionales, tanto en su cobertura de gobernaciones como en cuanto a consejerías regionales, se inscriben en el largo y cansino proceso descentralizador chileno, en su dimensión política, implicando por ese mero hecho relaciones espaciales de poder que, si bien se han ajustado en un primer tiempo, quedan ahora por culminar y abrochar en esta segunda vuelta. Estos resultados, ciertamente, determinarán una nueva geografía electoral, pero también política, así como otros indicarían hasta geopolítica (lo que es adentro, es afuera en materia de política exterior). Es el último retazo para prefigurar lo que será la próxima elección parlamentaria y presidencial del año 2025, con elecciones primarias aseguradas en uno u otro aspecto, esta vez en territorio del legislativo-ejecutivo nacional.
Así entonces, en este mes de campaña, junto con lo anteriormente indicado, a propósito de lo teórico y práctico que debería ocurrir, como también en sus combinaciones, sería del todo "grato-urgente", escuchar de proyectos políticos de desarrollo regional que tributen hacia la comunidad nacional, desde las singularidades sub-nacionales, colocando foco en los instrumentos de planificación territorial, un mayor aceleramiento del proceso descentralizador, más asertividad en las orientaciones, políticas, planes y programas de seguridad pública y de desarrollo económico regional sustentable, entre otros varios aspectos que la ley 19.175 obliga a los gobiernos regionales, como es, por ejemplo, la gestión del riesgo natural y un desarrollo territorial más armónico. Se esperaría que estos Proyectos Políticos de desarrollo regional (las P mayúsculas son intencionadas) se lograsen, además, en matrices de participación ciudadana y permanente reforma y modernización del Estado, en el afán de avanzar en transparencia, probidad y anticorrupción, asegurando de este modo el fortalecimiento de la democracia.
En consecuencia, esta segunda vuelta electoral regional, debiese coronar el ajuste de estas relaciones espaciales de poder, por medio de esos proyectos políticos que permitan el fortalecimiento de la democracia regional-subnacional y del rol de la persona humana en su entorno, en vistas de las ya mencionadas elecciones del próximo año. No es poco lo que está en juego, sobre todo cuando de democracia se trata. El llamado es a votar en conciencia, más allá de los discursos altisonantes.
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