Tras el fallecimiento del expresidente Sebastián Piñera, la centroderecha ha comenzado a configurar su legado para consolidarlo como un referente del sector, distanciándose de las sombras de Augusto Pinochet. Se destaca su exitosa trayectoria empresarial, habilidades de gestión y su compromiso con la democracia y la unidad nacional, incluso durante el estallido social de 2019, enfrentando una oposición oportunista que intentó destituirlo. No obstante, el legado más trascendental para el futuro de Chile y el bienestar de sus habitantes fue su énfasis en la importancia de la función empresarial, la acumulación de capital (físico y humano) y la consolidación de instituciones como fundamentales para el crecimiento económico y el desarrollo.
El expresidente expresó claramente su visión: "El progreso económico de un país depende del esfuerzo y la creatividad de individuos libres, familias seguras y una sociedad civil vigorosa. La tarea del Estado es facilitar y promover las condiciones para que esa libertad se despliegue ampliamente, de manera que seamos los arquitectos de nuestras vidas y podamos realizar todo nuestro potencial" (Programa de gobierno, 2017, p. 26). Durante sus dos mandatos (2010-2014 y 2018-2022), se enfocó en tres objetivos principales. En primer lugar, llevó a cabo una modernización tributaria para reducir el impuesto corporativo, reintegrar el sistema y crear incentivos para reactivar el ahorro, impulsando así la inversión, el empleo y los salarios. En segundo lugar, buscó reducir el déficit fiscal y la deuda estatal mediante medidas de austeridad, eliminando gastos superfluos (equivalentes al menos al 3% del PIB) y digitalizando y automatizando la administración pública para aumentar la eficiencia en la gestión. En tercer lugar, su programa apuntó a "eliminar las barreras de entrada a los mercados [las regulaciones] que inhiben la función empresarial y la libre competencia" (Ibíd., p. 41).
Los críticos del expresidente argumentan que, aunque tenía buenas intenciones y conocía las medidas necesarias, finalmente no tuvo el coraje para implementarlas, cediendo a las presiones de la oposición socialista y comunista. Este desafío plantea dos aspectos cruciales para la centroderecha si pretende honrar el legado de Piñera. Por un lado, la importancia de la educación económica y el cambio cultural para desmantelar las teorías socialistas y comunistas que, según argumentan, solo generan pobreza. Por otro lado, es necesario superar la tibieza y los complejos autoimpuestos, adoptando una postura firme respaldada por la teoría económica y la evidencia empírica que demuestra la superioridad de la libertad económica y el capitalismo en todos los aspectos del bienestar, incluso en la transición ecológica y la reducción de la desigualdad legal y de ingresos.
En el actual contexto de decadencia política, económica y cultural en la sociedad chilena, el legado del expresidente ofrece una guía para dirigentes políticos, empresarios, intelectuales y ciudadanos que deseen impulsar un cambio desde la subsistencia hacia la prosperidad. Tomando lecciones de los gobiernos de Piñera, se necesitan ajustes en las instituciones y las leyes para impulsar la función empresarial y el ahorro. Por ejemplo, la salvaguarda del orden y la ley se torna esencial para el progreso civilizatorio, enfrentando desafíos como la delincuencia, narcotráfico y terrorismo.
Finalmente, honrar el legado del expresidente Piñera implica avanzar hacia una democracia liberal sólida, asegurando instituciones que respeten libertades individuales, promuevan la justicia y faciliten el bienestar general.
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