En cualquier época o civilización, desde nuestros primeros años de existencia en el planeta, la casa o la vivienda es quizás la aspiración más primaria y a la vez más profunda de nuestro ADN, como seres humanos. Es un lugar donde guarecerse del frío o el calor, donde refugiarse de los peligros externos, donde ver nacer y desarrollarse a los hijos y donde soñar con un futuro mejor. Un espacio que supera las cuatro paredes y que es el principal escenario de un hogar.
Junto a un grupo de convencionales constituyentes de diversos colectivos, incluyendo al del Apruebo, al Socialista y al que pertenezco, que es el de RN, Evópoli e Independientes, presentamos dos propuestas de iniciativas constituyentes que buscan, por un lado, consagrar en la Carta Magna el derecho a una vivienda digna, bajo criterios de equidad, y por otro que el Estado garantice el acceso a ciudades inclusivas, integradas y sustentables, contemplando esta tarea dentro del capítulo de las bases de la institucionalidad.
Este acuerdo tiene dos dimensiones: la de concretar un avance definitivo en la consagración de un derecho fundamental para los habitantes del país y, además, dar un primer pero fundamental paso en el camino hacia los acuerdos dentro de la Convención.
La integración y cohesión social de un país depende, en gran medida, de la forma en que ha concebido la forma de organizar sus ciudades. En el caso de nuestro país, pese a los grandes y valiosos esfuerzos que han realizado el Estado y los propios particulares, hoy estamos viviendo un momento de inflexión, donde debemos hacernos cargo de un déficit habitacional creciente de cerca de 600 mil viviendas, en un escenario en que cada día es más difícil para las familias acceder a una casa propia, producto de numerosos fenómenos sociales, y en que -además- por primera vez en nuestra historia, somos conscientes de los graves perjuicios que generan las ciudades que no conectan a sus habitantes, que no generan espacios comunes, asumiéndolo como un urgente desafío en materia de equidad territorial y social.
El riesgo de abandonar esta tarea es un precio demasiado alto. De acuerdo con un estudio que realiza periódicamente Ciper Chile, en la Región Metropolitana cerca de 1 millón de personas vive en zonas tomadas por organizaciones criminales ligadas a delitos violentos o el narcotráfico. A pocos kilómetros de La Moneda, existen zonas donde el Estado tiene una débil o nula presencia y donde miles de familias ven que sus esperanzas de un mejor futuro se diluyen bajo las reglas que imponen los más fuertes. No es justo, no es digno y no podemos aceptarlo.
Nuestra propuesta es hacernos cargo de la esperanza que millones de habitantes en todo el país en estas materias, no con una fórmula mágica que resuelve instantáneamente los problemas, sino que con un mapa de navegación claro. Queremos que el capítulo de Bases de la Institucionalidad contemple que "el Estado debe velar porque nuestras ciudades sean lugares inclusivos, integrados, sustentables y equilibrados", donde se aseguren "procesos de planificación urbana con participación ciudadana efectiva y territorialmente desconcentrados". Además, que "toda persona tiene derecho a una vivienda digna", y que serán los órganos públicos competentes "los responsables de procurar las condiciones y normas necesarias para hacer efectivo este derecho con criterios de equidad".
¿Por qué incorporarlos en la Constitución de la República si hoy ya son temas que aborda el Estado? Porque se trata de un asunto de dignidad de las personas, de nuestra identidad como sociedad y porque por su relevancia no puede ser simplemente una materia de reglamentos, ni depender de la voluntad de los gobiernos de turno.
En ese sentido, si somos capaces de encontrar coincidencias y acuerdos en una materia tan anhelada por millones de chilenas y chilenos, como es la vivienda digna y el acceso a ciudades inclusivas e integradas, quedará demostrado que es posible avanzar también en el diálogo, que es posible construir una Constitución que nos represente de Arica a Tierra del Fuego, y que es posible concretar el sueño de una "Casa de todos".
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