Las democracias occidentales pasan por tensiones y crisis de legitimidad. Dos son sus causas principales: desigualdad social y pérdida de confianza por corrupción. Veamos un ejemplo de crisis de legitimidad. Rodrigo Rojas Vade, el constitucional que debió renunciar, logró ser electo gracias a que produjo una imagen de víctima que nunca fue.
Así obtuvo la simpatía de un electorado que había resuelto apoyar a los eternos perdedores de la República: los pobres, los enfermos, los que sufren injusticia. Para eso utilizó ampliamente las redes sociales, donde no hay forma de medir la veracidad, y declaró una deuda de varios millones con motivo de un cáncer que no tenía. Con mentiras fue electo y por mentiras debió renunciar.
El problema suscitado por Rodrigo Rojas fue doble: uno legal, otro político. María Elisa Quinteros, presidente de la Constituyente, cometió un error al decir que "no podemos impedir su retorno, porque fue electo democráticamente". Error: Rodrigo Rojas ni fue electo ni llegó al cargo democráticamente.
Al mentir, ocultar información o entregar datos falsos, Rojas Vade secuestró la libertad de los electores e impidió al electorado de su distrito alcanzar una decisión. Cuando un candidato falsea los datos sobre su persona o programa lo que los votantes marquen en la papeleta no expresa la voluntad, por lo que no hay resultado electoral. Si un candidato miente en la campaña, el electorado que le vota lo hace por un personaje de ficción. La democracia no consiste en contar papeletas: la democracia es la constitución y ejercicio de la voluntad del pueblo, que se expresa en la papeleta solo si se cumplen algunas condiciones. De lo contrario, estaríamos en 1980, cuando Pinochet hizo aprobar la constitución vigente en medio de la persecución a los opositores y sin libertad de prensa. Entonces hubo papeletas, pero no voluntad y, menos, democracia.
Nada de eso tiene que ver con un principio de inocencia. Si Rodrigo Rojas Vade hizo algo ilícito es algo que resolverá la justicia. Por mientras, lo que sabemos es que nunca fue electo y que conculcó derechos de terceros, porque otras personas pudieron haberse presentado si él no lo hubiera hecho, engañando. Se agrega que su participación en la Convención le ponía en conflicto interés para encubrir su propia mentira. Desde la Convención incidiría en normas que le hubieran podido favorecer, como un indulto constitucional, y tenía contacto con las autoridades que influirían en su caso.
La tardanza de la Convención en enmendar el error dejó un daño: desconfianza en la legitimidad del proceso. Pero el error fue corregido y, finalmente, en lugar de defender a Rodrigo Rojas con el apoyo del equipo jurídico o de la mesa directiva, bajo el pretexto de que era inocente hasta que se probara lo contrario, la Convención facilitó al Senado la aprobación de una ley que permitiera la renuncia. El aspecto político está rectificado. El aspecto judicial se resolverá con lentitud.
La transparencia no es aspecto accesorio en el Estado. Gracias a la información obtenida oficialmente, una investigación periodística destapó a Rodrigo Rojas. El deber de transparencia es inexcusable e inseparable de la función pública. Es, además, pieza esencial de la probidad. La función pública se ejerce en nombre de la ciudadanía y para el bien de ella. El dominio sobre la función pública y la transparencia de sus actos es siempre de los ciudadanos. Los servidores públicos que ocultan o tergiversan información roban la soberanía y destruyen la democracia.
Sin confianza en las instituciones resulta difícil vivir y no es posible gobernar. La legitimidad de la decisión de septiembre se basa en la transparencia, información, debate y voto secreto, en ese orden. La primera de esas condiciones está cumplida. La tarea, hoy, es que se cumplan las otras tres.
Es hora de la información y del debate de fondo, de las largas cadenas argumentales. Es algo que difícilmente puede llevarse a cabo en redes sociales. Es hora de la lectura, de las asambleas de barrio. Es también momento de que las universidades sean sede de discusiones ciudadanas, jurídicas y filosóficas. Es hora de la prensa formal y de la informal, si dicen la verdad.
A diferencia de 1980, el proyecto constitucional se votará en libertad. Corregido el fraude político de Rojas Vade por mentir al momento de ser candidato y con un debate amplio, no cabrán dudas de legitimidad. Se puede tener confianza. El proceso de decisión es lo que hace de la papeleta el reflejo de la voluntad popular. No es un asunto formal. El proceso democrático cobija la esencia de la democracia. Es un problema de gobierno.
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