Los diferentes grupos conservadores y autoritarios de la derecha, estimulados por el resultado del plebiscito del 4 de septiembre, bloquean cualquier avance económico-social significativo, así se explica su rechazo a la reforma tributaria y se preparan para hacer lo mismo con la reforma de las pensiones del gobierno del Presidente Boric que se analiza en el Parlamento y en las fuerzas políticas.
Es lo que acontece desde 1990, la derecha política y económica bloquea la vía a reformas democráticas y transformaciones sociales que son fundamentales para la estabilidad del país, aunque -a fines del 2019- la élite oligárquica pasó un buen susto pronto repuso una matriz ideológica ultraconservadora, que defiende irrestrictamente su interés de clase para anular o revertir los avances trabajosamente logrados a lo largo de los gobiernos democráticos.
Ahora bien, el enorme impacto del estallido social de octubre-noviembre de 2019 generó una situación excepcional en que se vieron forzados a aceptar el proceso constituyente suscrito en el Acuerdo Político del 15 de noviembre de ese año. Hubo nerviosas declaraciones con cierto reconocimiento de los abusos y la aguda desigualdad imperante y un tono cínico en el que insinuaban que si bien habían abusado mucho si se salvaban de la crisis se portarían mejor.
Después del plebiscito del 4 de septiembre de 2022, los golpeteos de pecho ya no se oyen, volvió el lenguaje amenazante, como Piñera la semana pasada, se trata de una soberbia oligárquica ancestral, se sienten dueños del país, rechazan todo cambio y quieren perpetuar a ultranza el modelo de abusos y desigualdad que se impuso cuando la democracia estaba suprimida en Chile. Por cierto, son los que financian a raudales sus campañas propagandísticas.
En síntesis, la derecha carece de voluntad para avanzar en un pacto social con una visión de futuro estratégica, situando el interés nacional como la cuestión esencial, por el contrario, promueven interpelaciones y debates infinitos con la clara intención de simular qué aceptan cambios, mientras maniobran y se coluden para que no haya ninguno.
Según Javier Macaya, presidente de la UDI, "estábamos ideológicamente obligados a votar en contra de la reforma tributaria". A confesión de partes relevo de pruebas, dice el aforismo jurídico. Esa frase en el Diario Financiero confirma totalmente lo denunciado el día de la votación por el ministro Mario Marcel, no les importó el daño a Chile. El senador de la derecha reconoce la ideología como la base conceptual de su conducta para defender intereses plutocráticos.
Así arguyen que no era la política sino que la "ideología", pretendiendo justificar el rechazo a la reforma tributaria, una conducta deplorable, un total abandono del interés nacional y un burdo intento de eludir la responsabilidad que les cabe en el agravamiento de las tensiones sociales y el deterioro de la legitimidad del régimen democrático.
Incluso, al aceptar la incorporación del Estado social y democrático de derechos en los 12 puntos del pacto político para proseguir el proceso constitucional, también asoma la subsidariedad del Estado encubierta como ejercicio de "libertades" en salud, educación y vivienda, sabiendo bien que sin un Estado social no habrá acceso justo y digno a esos derechos. Asimismo, mueven citas de sesudos "expertos", todos muy bien pagados, para que su opinión "técnica" ataque arteramente los artículos que apuntan a que los más altos ingresos aporten más al presupuesto nacional. Esta deplorable conducta alarga indefinidamente el desencanto de la ciudadanía con el sistema político y el descrédito del régimen democrático.
Se ha comprobado, durante décadas, que con la "subsidiaridad" los derechos sociales los define el mercado, cuyo factor esencial, el dinero, significa un fuerte menoscabo en las posibilidades de la gran mayoría nacional. Pero, lo que les importa es el negocio de sus financistas insertos en la tupida red del capitalismo rentista instalada en el país.
No cabe duda que en la configuración de esta situación desfavorable para las fuerzas transformadoras jugó un rol decisivo el infantilismo de ultra izquierda que desfiguró el esfuerzo de la Convención Constitucional, favoreciendo el rechazo al texto de nueva Constitución. Una mezcla de consignas resonantes y propuestas fuera de la realidad nacional fueron determinantes.
Ante ello, un ancho entendimiento de los demócratas chilenos es fundamental, pero no se logró una sola lista para las elecciones del Consejo Constitucional y luego vinieron los disgustos por el cambio de gabinete, hay un tironeo constante, ese no es el camino.
No se avanza con el gobierno haciéndose cargo de los obstáculos puestos por sus adversarios y, simultáneamente, afectado por las desavenencias de los partidos que lo sustentan. Una nueva mentalidad es lo que se necesita, de respeto a la diversidad y voluntad de acción común. Así se lograrán cambios perdurables en el tiempo.
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