Quiero explicar por qué hablo de un “Mapuche, hijo de dos Naciones”, porque es un llamado abierto y claro a que en Chile no hay solo una Nación, que dentro del Estado hay más de una, no reconocidas legalmente, pero que existe en los hechos. Es tanto así, que muchos somos una prueba irrefutable de ello. Escribí un libro con este título,que es un mensaje a la clase política que nos reconozcan.
Pero, ¿por qué somos nación los mapuche? La definición de nación es tener un mismo origen, un mismo idioma, una misma historia y una forma de ver el futuro en común. Qué duda cabe que el pueblo mapuche cumple con esta definición.
De dos naciones, porque como muchos, soy hijo de una campesina y de un mapuche de Purén, y reconozco mi origen ancestral, mi pertinencia étnica, mi identidad cultural. He recuperado la conciencia de pueblo-nación que había sido arrebatada.
La pregunta que debe resolver Chile, es ¿qué es el ser chileno? ¿Será una mezcla de negros con españoles, de ingleses con criollos, o de franceses con españoles? ¿Cuál es la identidad de Chile? Creo que aún no la encuentran. Si no se sabe de donde se viene, no se sabe para donde se va.
Sé de donde vengo, de las tierras de Pelantaro, el libertador del pueblo mapuche (1598), quien derrotó en el triunfo de Kuralaba al Gobernador de Chile, Oñez de Loyola, el que expulsó a todos los españoles desde el Bío-Bío hasta la ciudad de Valdivia, vengo de Purén Indómito, la única ciudad en América que tiene un poema épico, escrito por el soldado Diego de Arias (1600).
Pero hoy hemos llegado a una triste época en la que un mapuche puede estar sólo orgulloso del pasado, porque el presente es motivo de tristeza, incluso vergüenza. Todo esto fue obra de los hombres de 1825 y de 1880, que firmaron el tratado de Trapigue que reconoció la nación mapuche y después fueron a matar a nuestros abuelos.
Llegó el momento en que no podemos seguir viviendo del pasado. El futuro depende de nosotros, de nuestro trabajo duro, nuestra determinación y perseverancia. Igual que nuestros antepasados, tenemos que reconstruir nuestro pueblo-nación. Pero no podemos caminar solos, el futuro de quienes viven en pobreza en Chile, esta amarrado al nuestro. Ahora debemos reconocernos como guerreros, pero guerreros de dos mundos.
Pareciera que fue ayer que estaba en Purén rodeado por esa pobreza constante y absoluta, éramos todos iguales, pero iguales de pobres, mapuche y no mapuche. Estoy consciente que hoy esa misma pobreza aflige a mi gente y los condena a vivir en el escalón más bajo de la sociedad.
Ahí fue donde la lucha contra la pobreza y la discriminación comenzó en serio. Juré entonces, solo y desconocido como era, no descansar hasta que el pobre y el mapuche fueran liberados de la segregación, por eso juré jamás darme por vencido.
No debemos retroceder, hasta que seamos reconocidos por lo que valemos como persona, y no seamos juzgados por el origen o la condición social.
El enemigo es ese pequeño pero poderoso grupo económico que, comprando la política, ha creado mediante leyes, una fábrica de pobreza, marginación social, política y económica.
Esa clase política, que se arrogó la representación del pobre y del mapuche, no me representa. Es un tipo de política que cree que los problemas se resuelven desde el salón de té o de su biblioteca personal – no soy revolucionario de escritorio- esos que les incomoda que los plebeyos entren a la política y acceden al poder.
Escribo esto en un momento en que un millón y medio de hermanos mapuche se encuentran en una dura guerra para terminar con el racismo, la postergación económica y la recuperación del territorio ancestral.
En un momento en que los pueblos indígenas en Chile carecen de derechos civiles y políticos, porque la democracia imperfecta de este país impide que las minorías originarias tengan representación en el poder del Estado.
¿Cómo va a ser justa, esta democracia, para una minoría? Necesitamos otro concepto de democracia, que sea más justo y que permita que las minorías originarias sean representadas con igualdad de derechos donde se toman las decisiones.
Estoy consciente que cuando nuestros jóvenes han reclamado derechos ancestrales a un territorio, le respondieron con violencia y muerte, 11 hermanos han muerto, del 2002 al 2016, todos entre 16 a 35 años.
No me cabe ninguna duda que la verdadera violencia no viene del pobre, del campesino ni del mapuche, sino del Estado, que el pueblo mapuche es víctima de todo tipo de violencia: física, política y económica, pero aun así creemos que la no violencia es la respuesta política de estos tiempos.
Me he puesto una meta: liberar al pueblo Mapuche de sus cadenas de segregación política y saldar la deuda histórica, junto con el Chile postergado en la pobreza y falta de oportunidades.
Hemos elegido esta meta y debemos perseguirla hasta el final, porque nuestra motivación no nace de la nada, nace de las vivencias. Nadie nos puede interpretar mejor que nosotros mismos. Nuestra motivación no crece de la nada, pueden reprimirnos por todo lo que denunciamos, incluso matarnos, pero no nos rendiremos, por que rendirnos no está en nuestro diccionario.
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