La primera máquina contra la corrupción

Durante la década de 1930, entre las ruinas del Ágora de Atenas, arqueólogos europeos encontraron una losa de mármol de aproximadamente un metro de altura y medio metro de ancho, con filas de delgadas ranuras rectangulares y una larga canaleta lateral. Aquel artefacto no parecía tener fines ornamentales ni religiosos y tampoco evidenciaba haber sido usado como arma o herramienta agrícola. La curiosidad se transformó en asombro cuando los científicos concluyeron que se trataba de una máquina para combatir la corrupción pública en regímenes democráticos, la primera de la humanidad. Se trataba del Kleroterion que etimológicamente significa algo así como "instrumento de sorteo", el cual se supone fue concebido a finales del siglo VI a.C. en respuesta a la presión popular de los atenienses para evitar la concentración del poder.

Se piensa que tal artefacto fue unos de los productos de las reformas que tuvo que impulsar el político Clístenes para igualar las oportunidades de acceso a cargos públicos en la ciudad-estado de Atenas. El funcionamiento del Kleroterion anulaba las artimañas de la élite corrupta que, pese a escenarios democráticos, siempre se las arreglaba para posicionar a jueces y a otras autoridades afines a sus sórdidos intereses.

La operación de este artefacto se basaba en la inclusividad, aleatoriedad y la inmediatez. En un breve acto público previamente convocado, ante la atenta mirada de la suspicaz ciudadanía, cada aspirante a un cargo debía introducir una ficha de bronce con su nombre. Si alguna ranura no era ocupada, desde la multitud se elegía al azar a un ciudadano y queriéndolo o no, se le confeccionaba rápidamente su ficha en madera. Una vez insertadas estas especies de cédula de identidad en todas las ranuras, se dejaban caer por un ducto lateral bolitas negras y blancas a través de un proceso iterativo que en pocos segundos seleccionaba a un ciudadano. Así, sin más trámite para evitar presiones, el elegido debía ahí mismo asumir el cargo y empezar enseguida con las tareas encomendadas.

Transcurridos casi 25 siglos, operar ahora el Kleroterion sería un acto ineficiente. Aunque este aparato hoy sea una pieza de museo, bien puede inspirar a las actuales sociedades democráticas para que con sus tecnologías luchen contra la corrupción, tal como los antiguos atenienses lo hicieron con una máquina de mármol y bronce.

Por ejemplo, las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) al reducir la interacción espacio-temporal entre ciudadanos y funcionarios, disminuyen la probabilidad de sobornos y cohechos. Por su parte, el blockchain gracias a que es una cadena de bloques con información trazable en cada uno de ellos, actúa como libro de contabilidad, compartido e inmutable que registra públicamente su contenido. Respecto al Big Data, su manejo de grandes volúmenes de datos permite identificar patrones de prácticas corruptas que suelen ocultarse dentro de la complejidad computacional.

Pero lo más útil del Kleroterion es su concepto de inclusividad, aleatoriedad e inmediatez el cual puede ser emulado en la actualidad haciendo que jueces, alcaldes, parlamentarios y otros cargos públicos sean elegidos de manera expedita y al azar desde un gran conjunto de adultos que cumplan ciertos requisitos. En efecto, partiendo del supuesto que las capacidades intelectuales y éticas están uniformemente distribuidas en la población, el nombre de cada persona física y mentalmente apta debe estar disponible para asumir el rol cívico. Con esto se ahorrarían las extensas y costosas campañas políticas, distribuyendo las probabilidades de llegar al poder entre todos los ciudadanos habilitados sin que el soporte financiero ni las redes de contacto inclinen la votación. El Kleroterion chileno sería algo así como "al que le toca, le toca".

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