Las carreras parten sincronizadas

La posibilidad de que el consejo de general de RN no se centrara en el tema presidencial, habiendo dado un espacio central a los tres candidatos del partido, eran nulas. Así se pidió porque la dirección del partido no quiere salirse de la línea impuesta por La Moneda, de dejar esta definición para más adelante. 

De las fórmulas para proyectar al gobierno se pasa a la evaluación de los liderazgos, de allí a la diferente recepción de sus intervenciones y, enseguida, a la competencia que se inicia. Uno puede decidir tirarse por un tobogán, pero querer devolverse a mitad de camino es más difícil. 

Dejando de lado los aspectos obligados de coincidencia (apoyo al gobierno, compromiso de despliegue en la campaña municipal, mantención del partido a la cabeza del oficialismo), lo que importa son los acentos que permiten optar. 

Allamand (el más aplaudido de la jornada) centró su crítica en la superficialidad de un liderazgo que se deja guiar por los vaivenes detectados en los sondeos de opinión. Se trata de “no apostar a una política simplista, orientada a los matinales y a las encuestas”. Se supone que esta crítica está destinada a Lavín. Pero, a más de uno, le parecerá que tal predisposición afecta también a otro personaje, ya instalado en La Moneda. 

Francisco Chahuán marcó el acento en la capacidad de los candidatos de respaldar a sus representantes en las elecciones municipales y de gobernadores regionales, consiguiendo aumentar el número de quienes resulten ganadores. 

Manuel José Ossandón puso el énfasis en representar al “Chile real” asumiendo un “verdadero compromiso social”. En el fondo propone que lo que hará ganar a la derecha es “un nuevo pacto social” orientado hacia la clase media. 

Allamand y Ossandón decidieron enfrentar juntos la campaña presidencial, probablemente dejando fuera a Chahuán “penalizado por convivencia”, ya que sus críticas a los otros dos, por estar alejados de los alcaldes del partido y no apoyarlos de manera efectiva, parecen no haber pasado desapercibidas. 

Lo que destaca es la voluntad partidaria por asegurar su primacía. El orden en que se quiere afrontar las tareas está claro: ahora hay que apoyar a los candidatos a las municipales y gobernadores regionales, y los aspirantes presidenciales se disputan entre ellos quién será un mejor aporte para este propósito.

El principal contendor es la UDI (representada por la nada querida figura del segundo piso), más que Lavín, que siempre es aludido indirectamente, pero no confrontado con rudeza. 

El problema de RN no es electoral, es político. Tiene razón Mario Desbordes cuando dice que, en esta elección municipal, a este partido le basta con mantener los resultados anteriores y, ya con eso, ganan. Comparativamente este es un desafío más abordable que el que tendrán muchos otros. 

El problema político, en cambio, es más complejo. Tiene que ver con evitar la recaída en el canibalismo que caracterizó a este sector político por tres décadas. RN puso en línea las aspiraciones de los distintos candidatos en varios niveles de un modo que resulta colaborativo. Algo que hay que saber conseguir.

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