Las derechas antidemocráticas

Radomiro Tomic, un demócrata cristiano ejemplar y un demócrata de verdad, escribió una columna de opinión publicada el 4 de septiembre de 1973 en el diario Color de Concepción, una semana antes del golpe militar que derrocó al gobierno de la Unidad Popular, y que tituló "¿A qué obligan las 'rectificaciones'?". Se refería especialmente Tomic con ese término a las expectativas de acuerdos importantes para el país generadas a partir del diálogo a que había invitado el cardenal Raúl Silva Henríquez al gobierno y a la DC.

Escribía Radomiro: "Queda poco tiempo para que el gobierno y la Democracia Cristiana concreten de una vez por todas cuales son las 'rectificaciones indispensables'. Pero, sobre todo queda poco tiempo para que los dos: Gobierno y Democracia Cristiana acepten lo que ambos deben hacer lealmente para que estas rectificaciones sean posibles".

En ese contexto, Tomic subrayaba la importancia del rol del Congreso Nacional pero advertía -como si fuera hoy- "pedir al gobierno de Allende que busque el consenso de la mayoría del Congreso es una exigencia legítima y razonable. Pero, para que dicha exigencia tenga fundamento ético y sentido político es indispensable que el Congreso, a su vez, reconozca la obligación de no negar al gobierno los medios para gobernar. Y de no exigirle que contradiga lo esencial del programa con que fue elegido por el pueblo chileno. La razón de ser de la oposición no es impedir gobernar sino, ya que hablamos del PDC, procurar que el gobierno lo haga según lo que la Democracia Cristiana considera mejor para Chile, manteniéndose en la oposición".

Y agregó, como siempre de manera premonitoria: "Creer que ser oposición significa estar, siempre y en todo contra el gobierno, sería pervertir el concepto mismo de democracia".

Lamentablemente, vemos que, desde el comienzo del gobierno del Presidente Boric, particularmente en las derechas, se ha impuesto una manera de ser oposición como la que denunciaba con angustia Radomiro. Así, las derechas políticas han intentado con éxito, desde el Congreso Nacional, revertir el orden natural de las cosas y no legislar -colaborando así a gobernar- sino que paralizar las reformas del gobierno pretendiendo utilizar su mayoría circunstancial para transformarse en "gobierno de facto".

Esa es la verdad que la ciudadanía, el pueblo, debiera conocer y entender. Dos ejemplos recientes y dramáticos para las chilenas y los chilenos corroboran nuestro enfoque y la pertinencia de traer, esta columna escrita hace 51 años, al debate presente.

Como se sabe, un fallo de la Corte Suprema obligó a las isapre a devolver a sus afiliados miles de millones de pesos cobrados en exceso por el uso de una tabla de factores que fue desechada por el máximo tribunal de justicia. Todos fuimos testigos del lobby y de la campaña desatada en los medios de comunicación, tanto por las derechas como por las propias instituciones privadas de salud, para advertir sobre el riesgo inminente de que el sistema privado de salud quebrara, con el grave riesgo adicional de provocar el colapso de la salud pública, es decir de Fonasa. El Gobierno se vio forzado a presentar una ley corta que estableciera los mecanismos de pago a los afiliados con diferentes tramos de edad asociados a plazos máximos en que se podría prorratear esa deuda. El Congreso, para "asegurar el pronto pago", apoyó medidas de compensación y estímulo como que mientras la deuda estuviera vigente las Isapres no podrían retirar utilidades. Como será de bueno y lucrativo el negocio de la salud privada que las isapre programaron igual los pagos a sus afiliados, utilizando los plazos máximos posibles de modo que ello se ha traducido en mensualidades de miseria que legítimamente llaman a la indignación.

Otro ejemplo lo constituye la tramitación de la llamada reforma de pensiones, necesidad apremiante para chilenas y chilenos jubilados que esperan, hace demasiados años y varios gobiernos, por una solución al drama que significa vivir los últimos años de vida con pensiones de miseria. Como bien lo dijera la ministra del Trabajo, sería útil mostrar a todos los chilenos los gastos enormes realizados por las propias AFP para impedir que la reforma de pensiones pase a ser un verdadero sistema de seguridad social con un componente de reparto efectivo que no proviene del ahorro de los trabajadores.

Acá el chantaje de las derechas alcanza niveles increíbles y busca poner al Gobierno de rodillas. Se ha mentido y políticos y expertos de derecha -incluidos sus rostros presidenciales- intentan explicar que los chilenos no están dispuestos a aceptar que ingresos que les pertenecen y deben ir a su cuenta individual sean "desviados" a solidaridad y sean administrados por el Estado. ¡Mentiras y más mentiras! Por ahora esos ingresos no están disponible y, desde luego, no son el fruto del esfuerzo de los trabajadores, sino que es un componente adicional que vendrá directamente de los empleadores y que elevará la cotización 6 puntos porcentuales. Con la ignorancia que los caracteriza y la arrogancia que les sale por todos los poros, el presidente de la UDI comunicó que se podría aceptar que 0,5 de ese fondo adicional fuera a solidaridad, aunque llamado al orden por Republicanos debió rectificar rápidamente para señalar que lo que él había querido señalar era que ni 0,5 de esa cotización adicional podía destinarse bajo ningún mecanismo a reparto o solidaridad.

Esta es la realidad del clima político y la polarización crispada que afecta la vida nacional y que no se resolverá únicamente con una reforma al sistema político.

Tan importante como ayer es el rol que la Democracia Cristiana, superada su crisis de identidad, debiera jugar hoy para abrir paso a la unidad de los sectores que están por transformar profundamente la sociedad chilena para construir una verdadera justicia social, superar las inequidades y desigualdades creadas por el modelo neoliberal y garantizar un futuro plenamente humano para todos los habitantes de nuestro bello Chile.

Frenar el crecimiento de una derecha cada vez más antidemocrática es hoy una tarea patriótica que no depende sólo de la Democracia Cristiana. Nuestros aliados naturales en el camino de lo que me atrevería a llamar una segunda revolución en libertad, que ayer no quisieron escuchar, podrían releer también a Tomic. Torpezas y errores de unos y otros, no pueden volver a impedir, una vez más, la necesaria construcción de la unidad social y política del pueblo.

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