Comienza febrero y la fecha del cambio de mando se aproxima a paso forzado. Mientras en la llamada "Moneda chica" se apilan las carpetas con nombres para nominar los cargos de la conducción ejecutiva del país y en la Convención Constitucional se terminan los plazos para presentar propuestas y avanza a la etapa de su discusión en particular, las señales políticas saltan, rebotan, chocan y en algunos casos hasta estallan.
El Presidente electo, Gabriel Boric, ya cuenta con un futuro gabinete que empieza a mostrar sus primeras definiciones. Con un grupo mayoritario de mujeres, que le dan un sello actual al equipo del próximo Mandatario y que sintoniza con el impulso que vive el país en materias de equidad de género, el nuevo oficialismo sin duda puso un punto en la tabla de las luces. Otro más, muy importante por cierto, pero suficientemente debatido y analizado, es la presencia de Mario Marcel a cargo del Ministerio de Hacienda.
Pero como la vida no comienza ni termina en las discusiones económicas, los nubarrones estivales para el próximo Presidente tienen que ver con las señales políticas y sociales.
Hasta ahora, urgencias como las del brutal escenario de violencia que afecta a La Araucanía y la provincia de Arauco, en el Biobío; el complejo panorama de la inmigración, principalmente en el extremo norte del país; y el lumpen y vandalismo de los días viernes claramente no han recibido un tratamiento adecuado por parte de la futura ministra del Interior, Izkia Siches. Por el contrario, las ha abordado con declaraciones erráticas, que ponen la carga de la prueba en las víctimas y que sin duda caen con mucho peso en el marcador de las sombras
Lo mismo ocurre en paralelo con la situación de la futura ministra del Deporte, Alexandra Benado, quien fue acusada de situaciones de maltrato laboral por una ex trabajadora que estuvo a su cargo, durante su paso por la Fundación por los Derechos Humanos Londres 38. La organización publicó una carta de respaldo a la futura ministra y rechazó, legítimamente, una eventual instrumentalización del caso, pero no fue lo suficientemente clara como para descartarla. El caso se seguirá arrastrando.
Y en la Convención Constitucional, en tanto, como una carrera a toda velocidad, un grupo de convencionales pertenecientes a partidos y movimientos que respaldaron su candidatura presidencial parece empeñado en borrar con el codo todas y cada una de las señales de certezas que pudiera haber entregado el Presidente electo respecto al país y su futuro. El avance de propuestas radicales, como las de un presidencialismo unicameral digno de ser llamado un mamarracho; una agencia para el control de los medios de comunicación; el fin a la autonomía del Poder Judicial, entre muchas otras joyitas, dan cuenta de un ánimo refundacional, en que nada bueno existe en Chile y es necesario transitar un camino nuevo, experimental y en que no caben todos.
"Si les gusta bien y si no también. Para eso ganamos la elección", se ha escuchado tantas veces en la sede de la Convención.
Así comienza el segundo mes de un verano que, por mucho sol que traiga, no ilumina todos los rincones del diseño político del nuevo gobierno. Desde la oposición mantenemos nuestra disposición de diálogo y colaboración, para conseguir acuerdos en beneficio del país, como hemos demostrado suficientemente. Pero este gallito interno no permite terminar con las dudas respecto al fondo y objetivos que tendrá el futuro Presidente, y tampoco respecto a la capacidad de conducción que pueda poner en práctica su gabinete.
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