No Convencional

“¿Qué pasa si quiero ser constituyente, hay mano?” publicó hace unas semanas Anita Tijoux.

La fama nunca antes tuvo tanto poder.

No es nueva la irrupción de personajes mediáticos en nuestro mundo político, pero la victoria del Apruebo y la Convención Constitucional, ha generado una estampida de hidalgas y desinteresadas candidaturas a convencionales que han hecho volar hasta las plumas de Pamela Jiles.

Una reciente encuesta de Criteria nos confirma el panorama. Espontáneamente aparecen menciones a muchos personajes públicos con alta incidencia en el debate social y político. Periodistas, cantantes, rostros de matinal, médicos de moda, escritores.

Desde la Doctora Cordero hasta José Maza, quien tenga una buena cantidad de portadas a su haber, seguidores, likes, tribuna en algún programa de radio o TV y puntos de rating, tiene ya un camino muy avanzado.

Algunos dirán que esos rostros son perfectamente válidos porque también marcharon, tienen trayectoria conocida en sus respectivas áreas, declararon su postura públicamente, son independientes, denunciaron y abrieron la agenda mucho antes del 18 de octubre. Otros dirán que son meramente oportunistas, narcisos ávidos de cámara, falsos. Entre la valorada Mónica González, el historial misógino de Baradit o la moda del doctor Ugarte, hay mucho que tamizar.

Da igual debatir el origen de estos personajes y sus virtudes; que Benito Baranda no es del pueblo pero sí ha sido para el pueblo o si Daniel Stingo es un ungido de matinal, aquí no interesa. Tampoco cuestionar sus intenciones, aptitudes ni decidir si son o no del pueblo.

Lo relevante es lo que este grupo de personas está significando, esto es, el tiro de gracia a la quimera de una Constitución de base popular.

El hecho de un proceso constituyente capturado por los políticos de siempre es ya sabido, las trabas establecidas para los independientes en el acuerdo de la madrugada del 15 de noviembre (que ahora presenta tibios intentos de mejora) eran el precio a pagar para terminar con la Constitución de la dictadura.

Pero el pueblo no contaba con un obstáculo más. Los famosos.

La popularidad, el carisma y la figuración en medios son activos invaluables, y hoy representan una nueva forma de asimetría social.

Nuestra nueva Constitución no sólo será redactada por la élite política, también lo será por una nueva élite, la élite mediática. Aquella que ha llegado para apropiarse con facilidad de un espacio que la calle, con sus NN, ganó.   

Cuando Anita Tijoux pregunta, “¿Qué pasa si quiero ser constituyente, hay mano?” sabe que recibirá miles de reacciones y que, con un chasquido de sus dedos, ya tiene la campaña y los votos listos.

Es que ella, y tantos otros nombres que suben como la espuma, han trabajado mucho por su reconocimiento y ello no está en discusión. Pero es inevitable recordar el imaginario de la Señora Juanita, que brilla por su ausencia.

Aquellos que no tienen miles de seguidores, que no los rodean los flashes, que con suerte los conocen los vecinos de la junta, que no tienen diplomas ni frases polémicas. Sólo tienen una historia. Su experiencia, sus necesidades, su sabiduría de vida.

Si bien ya hay varios nombres de personalidades menos conocidas sumándose a listas de partidos para poder competir (dirigentes sindicales como Luz Vidal, el salubrista Gonzalo Bacigalupe o el cientista político mapuche José Marimán) lo que todos sabíamos poco a poco se está materializando, los NN están viendo cómo ese sueño de ser cuerpo y voz en la asamblea, se transforma en una fantasía anunciada.

El problema es que a pesar de tener claro que corresponde dejar la mirada romántica de la Convención y sincerar que la Señora Juanita no participará de este proceso, sigue habiendo una espina clavada en el alma de la calle.

La encuesta Cadem reciente anuncia que el convencional que prefiere la ciudadanía es de clase media, académico e independiente; de esas tres características, la segunda se distancia de la generalidad del país.

De hecho, el detalle de las respuestas refleja una sutil contradicción en el pueblo, la que encarna su resignación por ser desplazado de un terreno que le pertenece ante la complejidad y competencias necesarias para participar de este proceso: el 51% prefiere a expertos y académicos y sólo un 23% a personas comunes y corrientes, pero luego un 69% declara preferir a personas de clase media y media baja.

Los expertos y académicos pueden ser de clase media, sí, pero difícilmente de clase media baja.

El pueblo cede así ante la élite intelectual, se ve sobrepasado por la élite mediática, y es cautivo de la élite político-económica. 

Todos conocemos a un par de personas que serían un lujo de convencionales. Algunos secretamente fantasean con ellos mismos en la Convención. Otros imaginan cómo hubiera sido una asamblea con la cuota de la élite que falta, la élite popular, una contradicción en si misma y por tanto bella e inalcanzable.

Yo fantaseo con una especie de demarquía griega o lotocracia, donde una parte de los constituyentes lo sean por sorteo, el método democrático por excelencia. Algunos electos y otros producto del azar, permitiendo que usted si así lo acepta, forme parte del texto constitucional, y también, de la historia.

Algo nada convencional.

Yo ya me pregunté “¿Qué pasa si quiero ser constituyente, hay mano?”

No, no la hay.

Pero todos contamos con diferentes trincheras.

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