“No hagas leseras”

Verónica Rabb
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“Don’t do stupid shit” es una frase de Barack Obama, pronunciada en el contexto de una conversación con un grupo de periodistas sobre el enfoque de su política exterior, durante una gira presidencial en 2014. En versión chilena sería algo así como “no hagas leseras”.

Aterrizar la frase a la administración de Sebastián Piñera es hablar de una forma de ejercer el poder en base a un sistema de creencias que, en la práctica cuando se lleva al nivel de la gestión y en muchas ocasiones, termina perjudicando a los que busca representar, es decir a todas y todos los chilenos.

Los despropósitos del equipo liderado por Piñera no han tardado en manifestarse en este año y medio de gobierno. Renuncias de ministros, nombramientos que no logran concretarse, peleas con su misma coalición política, cuestionamientos serios a ministros clave partiendo por un anulado ministro del Interior tras el asesinato del joven mapuche, Camilo Catrillanca, saltan de inmediato en primera línea como ejemplos de un querer hacer, pero que finalmente sale mal.

Esta dinámica confirma y refuerza a muchos ciudadanos que es mejor colocarse a distancia, con cierta ajenidad y especial extrañeza respecto de todo lo que hasta ahora ha hecho la administración Piñera. Y los ejemplos se suceden. Tan solo en los últimos tres meses hemos visto, casi sin excepción casos de todo aquello.

El cuestionado viaje de los hijos del presidente a China, la falta de eficiencia y oportunidad para informar con claridad sobre la emergencia del agua potable que afectó por una semana y media a la ciudad de Osorno y la crisis desatada en la frontera norte con los ahora no tan bienvenidos inmigrantes venezolanos, son algunos ejemplos para creer que, en breve tiempo, el gobierno ha dilapidado su potencialidad de la promesa de ‘los tiempos mejores’. Si esto lo colocamos en un contexto de mediocre desempeño de la economía, la mesa está servida.

Quedan sólo cinco meses para que Chile sea el anfitrión de la COP 25 - conferencia sobre cambio climático de Naciones Unidas - y la situación se torna aún más preocupante, produce intranquilidad y hasta cierta incomodidad dada las muestras de compromiso medioambiental que ha enviado nuestro país que, en el mejor de los casos, resultan confusas.

En junio el gobierno ingresó a tramitación en el Congreso un proyecto de ley que pretende modificar el Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Entre los cambios, la iniciativa legal resalta la eliminación de la consulta ciudadana anticipada y el fortalecimiento de las decisiones regionales frente a un proyecto de inversión, eliminando la participación del comité de Ministros.

Según la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, la participación ciudadana será fortalecida, extendiéndose a todo proyecto que la solicite y sin importar que este se tramite a través de una Declaración de Impacto Ambiental (DIA) o un Estudio de Impacto Ambiental (EIA).

Sin embargo, esta propuesta enviada por el Ejecutivo no ha dejado de despertar resistencia tanto de organizaciones ciudadanas, medioambientales como de parlamentarios. Para el presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara Baja diputado Félix González, el contenido del nuevo proyecto que modifica dicha institucionalidad está lejos de asegurar y mejorar las condiciones de vida de la población, ya que quita espacios de participación a las comunidades.

Vale la pena traer a colación aquí la decisión de Chile de no suscribir el Acuerdo Internacional de Escazú, tratado que tiene como base tres pilares fundamentales siendo uno de ellos la participación pública.

Los cuestionamientos al gobierno no terminan ahí. La situación de las comunas de Quintero y Puchuncaví se ha agravado producto de las altas concentraciones de azufre en el aire, al punto que organizaciones sociales de la “zona de sacrificio” han exigido la renuncia tanto de la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, como del Intendente de la Región de Valparaíso, Jorge Martínez.

Más allá de declaraciones de buena voluntad, la administración Piñera parece haber optado por inclinarse en relajar los estándares ambientales y favorecer a compañías con el fin de activar las inversiones privadas y así mantener a raya el desempleo, dos de los frentes más débiles de la actual administración.

Con todo, bien vale recordarle al gobierno la importancia de no hacer demasiadas leseras. Chile no se lo puede permitir.

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