Normalizar para transformar: los desafíos del Presidente

El Presidente Gabriel Boric rindió una cuenta pública que nos da luces sobre los tiempos que vienen. Transformación y cambio son referencias permanentes dentro de la interpretación que como coalición hacemos del momento político, sin embargo, ¿en qué contexto se desarrollan dichas transformaciones? ¿Qué desafíos rodean la transformación a la que Chile nos invita? Y es que me gustaría añadir un elemento adicional: la crisis que nos asiste le exige al gobierno del Presidente constituir una "nueva normalidad".

Enfrentamos una crisis económica, cultural, social y política que, si ya era evidente con la revuelta popular de octubre de 2019, se agudiza con la actual pandemia y sus efectos económicos y de convivencia democrática. La crisis que enfrentamos hoy en temas de seguridad es también evidencia de aquello. Vivimos momentos de incertidumbre que desde hace décadas no habíamos protagonizado.

Esa crisis fuerza el tratamiento de "urgencias" -como las llamaba en la cuenta el Presidente-, cuyo nivel de demanda no fue necesariamente anticipado en nuestro arribo a La Moneda. Al gobierno de Gabriel Boric le tocará normalizar la vida del país como condición base de la habilitación del proceso de transformaciones. Cabe preguntarnos entonces ¿qué significa esta normalización? ¿Qué desafíos presenta la creación de este nuevo orden?

Varios ya han enfrentado el desafío de períodos de normalización después de una crisis. En nuestra historia más reciente tenemos el ejemplo del Presidente Aylwin, a quien le tocó la titánica tarea de conducir al país hacia su normalización democrática después de 17 años de dictadura. Es por esto que sabemos que no da lo mismo cómo se navega hacia esa normalización y que casi siempre es una tarea turbulenta.

Sin embargo, los períodos de normalización no sólo presentan dificultades para los gobiernos (como tanto le gusta apuntar a la prensa conservadora), sino que también presentan oportunidades. En este caso, la crisis viene con la oportunidad de cambiar la normalidad que conocíamos antes. El cómo hacíamos las cosas antes de la revuelta de octubre, antes de la pandemia o antes de tener una nueva Constitución hoy está puesto en duda por la ciudadanía y, por ende, tocará preguntarnos ¿cómo será esta nueva normalidad? ¿Cuáles serán las cosas que ya no serán "normales" y las que sí? ¿Qué quedará dentro y qué quedará fuera del marco común?

Quiero aventurar que las respuestas a la búsqueda de esa nueva normalidad son de mayor consenso político que las ideas que luego se desplegarán cuando esta se alcance. Creo que podemos estar de acuerdo con la derecha democrática (entendiendo las dificultades de su delimitación), por ejemplo, en que el narcotráfico o las bandas organizadas no pueden disputar el orden público al Estado, que la autotutela de los vecinos no fortalece la democracia, que el sujeto político de Chile ya no será el hombre de terno.

Podemos llegar a estar de acuerdo en aumentar los pisos mínimos de seguridad social tras la pandemia y las urgencias económicas que ésta trajo. Incluso, pese a mi escepticismo, algunos dicen que estamos de acuerdo ya en la necesidad de una nueva Constitución. ¿Podemos estar de acuerdo en que Chile necesita un modelo económico distinto al extractivismo neoliberal para no retrotraer hasta allí la discusión democrática?

Al Gobierno y al Congreso les tocará perfilar esa nueva normalidad en torno a acuerdos mínimos sobre los cuales podamos disputar proyecto político, nos tocará separar y relacionar ambos desafíos.

Fijar la hoja de ruta de las transformaciones que Chile demanda y, además, prefigurar la cancha para el nuevo momento político, en donde el pueblo será protagonista. Así como no somos sangre nueva para viejas derrotas, somos también la antesala de procesos de cambios profundos, cambios que tomarán tiempo en asentarse. Preguntémonos ¿cuál es la nueva normalidad que esos cambios requieren, con quiénes la construiremos y cómo? Esta también es la tarea del período.

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