Para entender la abstención

La gran mayoría de las encuestas sostienen que la participación electoral de las próximas elecciones oscilará entre un 45 y 50%. Así, es muy probable que poco más de la ciudadanía no asistirá a votar. Sabemos que la gran mayoría de los jóvenes no se interesan en votar. Además, sabemos que en los centros más poblados son las personas de estratos socioeconómicos medios-bajos y bajos los que tienden a votar con menos intensidad.

Pero, ¿por qué? En el Núcleo Milenio-Desafíos a la representación de la Universidad Diego Portales nos interesó indagar sobre el discurso de aquellos que no votan. Nos asociamos con la consultora Subjetiva y exploramos en las narrativas de esta otra mitad de la ciudadanía. Se trata de un ejercicio aún exploratorio que buscó comprender el discurso de los que no votan.

¿Qué aprendimos de este ejercicio? En primer lugar, las justificaciones para no votar son diversas. Algunos, principalmente los jóvenes, no votan por un desinterés estructural con los debates públicos. Otros muestran una desilusión, un desencantamiento con la forma en que se ha desenvuelto el proceso democrático.

Finalmente, otras personas no observan la “ganancia” material con concurrir a votar. Así, en el mundo de los no votantes, ese que se quedará en casa el domingo 19, conviven diferentes experiencias vitales, de apatía crónica, de desilusión, y de evaluación del costo-beneficio de votar.

Los relatos parecen muchas veces paradójicos y hasta contradictorios. Por ejemplo, resulta sorprendente escuchar una insistente percepción referida a que “la Alegría no llegó”. El clamor de aquellos que se identifican como de clase media es que los beneficios de la modernización económica no llegaron a su vida.

Entonces, pese a la modernización material y económica del país de los últimos 30 años, se advierte una percepción subjetiva que tales beneficios no han llegado. Pero esto refleja también la noción transaccional/material del acto de votar: no participo porque los beneficios de la modernización no tocaron mi puerta.  

La misma noción de “da lo mismo si voto, si mañana igual debo ir a trabajar” es otra expresión de esta misma percepción social. El acto de votar se asocia ya no con un deber cívico o un deber republicano social, sino más bien con un acto individual que es evaluado en términos de los costos y beneficios personales que implica tal acción.

Otro discurso contradictorio se asocia con la demanda por mayor educación cívica e información en tiempos electorales y la crítica a la publicidad de las campañas políticas en las franjas, en la calle o en el activismo político. Se produce un callejón sin salida entre querer informarse y criticar la información cuando ésta se convierte en mensajes de campañas.  

Requerimos más y mayores estudios para comprender el fenómeno de la abstención. Solo así podremos desarrollar políticas públicas que transformen el sentido de la democracia. Que transformen una democracia privatizada en una república donde se valora el acto de participar de las decisiones que involucran al conjunto de la sociedad.

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