La historia se repite otra vez en Chile. En los últimos días de nuevo nos enteramos por goteras de más casos de financiamiento irregular de la política. Y la dinámica es siempre la misma. Otra vez escuchamos las mismas historias de perdón y las mismas frases de los políticos: “Yo no sabía”, “lo hice sin querer”, “no me quedaba otra”, “fue un error involuntario”. Aunque ahora se habla de “errores de buena fe” e incluso algunos defienden públicamente la idea de que “el fin justifica los medios”.
Sinceremos las cosas, la política se financiaba de una forma completamente irregular y es hora de que lo asumamos de una vez. No hay que ser contador o ingeniero, basta cuadrar un poco los números de lo que costaba una campaña con los ingresos de los políticos, para constatarlo. Y aunque era un secreto a voces, cada vez que se destapan nuevos episodios, nos escandalizamos.
A mi juicio el verdadero escándalo está en la mentira, en rehuir dar explicaciones, como parece hacer Marco Enríquez Ominami con el caso del avión brasileño de campaña que lo persigue. El verdadero escándalo está en ocultar la verdad, y en el “confieso sólo cuando me pillan”, como hicieron el diputado Iván Fuentes y el senador Patricio Walker para justificar los aportes de las pesqueras.
En este juego cada uno tiene su excusa. Los políticos se defienden bajo el argumento de que necesitaban la plata. Y las empresas también tienen su coartada, dicen que no se podían negar a la entrega de recursos, porque si no acceden, se enfrentarían a consecuencias peores. Obviamente es distinto que una empresa le dé ideas a un político, con todo en regla, por ejemplo mediante audiencias registradas vía ley del lobby, ¡que financiarlo!
Así, fuimos haciendo de esta cultura del financiamiento irregular de la política algo habitual. ¿Y finalmente qué logramos? Más desconfianza, más desorden, más debilitamiento de nuestra fuerza política. Como están las cosas, los únicos que salen ganando son los abogados que encontraron todo un nicho en la defensa de políticos y empresas implicadas en estas irregularidades que suman y siguen, más allá de los casos SQM, Penta, Corpesca, etcétera.
Lo único bueno de todos estos casos es que al menos ahora todas deberían estar más que conscientes cuando tienen un conflicto de interés (y supongo que nuestras autoridades han cumplido con la obligación de transparentarlos, junto a su declaración de patrimonio...). Pero por favor, no más goteo. Es la única forma que cambiemos la cultura de nuestro país y asumamos de una vez por todas que el fin no justifica los medios.
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