La elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York es motivo de análisis, como también su discurso el día después de ganarlas elecciones (incluyendo a Trump en contra), en el cual hizo referencia a un discurso de Mario Cuomo, padre del rival a quien derrotó. En ese discurso, Cuomo describe con notable clarividencia en qué consisten las elecciones y gobernar. En la primera, pura poesía y en la segunda prosa. Estos son hechos estilizados, persistentes y globales, en sociedades que utilizan a la democracia y sus elecciones como forma de gobierno. Cabe señalar que ese discurso es secularmente utilizado para describir comportamientos y hacer todo tipo de proyecciones políticas, como lo demuestran las columnas de opinión que se publican antes de cada elección y que es recomendable revisitar para verificar la consistencia de quien opina. Luego. ¿Qué podemos traer a nuestro proceso electoral de la elección en Nueva York, de los Cuomo y Mamdani?
Postulo lo siguiente. Primero que el uso de la poesía es recurrente en candidatas y candidatos, aunque la naturaleza y calidad son dos variables que hacen la diferencia respecto a cada campaña. Es una poesía estudiada para impactar las emociones de los electores, que junto a otro grupo de variables, lo harán decidir si opta o no por dar el voto. Ese estudio lo hacen personas distintas a las candidatas y candidatos. Incluso, algunas veces, tratan de escribir poesía los economistas ideologizados. Ellos son normalmente dueños de sus silencios y prisioneros de sus proyecciones, sobre todo cuando se mueven de la comodidad de la consultoría o academia, y buscan consagrarse en la política. Los economistas que prometen recortar gasto público en campaña y no definen claramente en qué, están recitando mala poesía.
Así, las promesas de las candidatas y candidatos a diputados, senadores y Presidente se definen en lo que ellas y ellos creen que emociona, conmueve y moviliza a la población. Salud, vivienda y educación han sido históricamente inspiración de la poesía electoral. En esta elección se han incorporado, seguridad, crecimiento, trabajo y -recientemente- reducción al gasto público, lo que aumenta la dificultad para la inspiración de estos poetas temporales.
La poesía debe emocionar para ganar el voto del elector, pero esos electores por definición son heterogéneos y motiva rimas segmentadas para cada uno de sus grupos. Así llevamos años y meses escuchando un cúmulo de poesía sin estética y peor aún, motivada en aspectos negativos de la realidad: delincuencia, inmigración ilegal, corrupción, despilfarro público, ineptitud, crisis económicas y laborales, todo plausible y con evidencia. Sin embargo, eso no gana elecciones, sino como las promesas emocionan y, en eso, pocos poetas tienen virtud. Mamdami acertó recientemente en la elección de Nueva York, un poeta en crecimiento y que los nacionales pueden analizar con urgencia.
Segundo, el paso de poetas a prosistas es duro. Algunos candidatos y candidatas se quedan amarrados a la poesía, tanto para transformarse candidatos de profesión, como a erradamente no dejar al personaje cuando se gobierna. La dualidad de ser candidato y administrador es un arte con competencias singulares. La acción de gobernar en prosa y estatutos es otra virtud, árida y reservada a unos pocos. En el caso de Mamdani, una incógnita; pero en Chile, no. La actual elección de Presidente posee personas que pueden acreditar hechos de gobierno concretos y positivos, donde a mi juicio, la evidencia muestra que aventajan ambas candidatas. Finalmente, ¿qué gravitará más en esta elección? Es incierto, pero el efecto poesía, basada en su naturaleza y calidad, tiene como siempre la palabra, condicionada a la voluntad del soberano.
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