Co-escrita con Hernán García Moresco, licenciado en Educación en Matemática y Computación, diplomado en Big Data y diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública
Atrás quedaron los momentos cuando el Partido Socialista de Chile tuvo que esperar a las afueras de la sede del partido político Revolución Democrática para ver si se avanzaba en una estrategia electoral más amplia para enfrentar el proceso de primarias, en el arco "ideológico-político" del centro y la izquierda, en mayo de 2021. Algo similar ocurre cuando el mismo partido se colocó a disposición completa para acompañar en la segunda vuelta a la candidatura del actual Mandatario, implicando que los partidos políticos más cercanos al Presidente vieran con distancia el gesto, no obstante comprensible desde la teoría de coaliciones de partidos.
Como resultado de todo aquello, en 18 meses del gobierno de Gabriel Boric Font, el PS no sólo ha proveído cuadros políticos y profesionales a la gestión concreta del gobierno, sino que también se ha transmitido y consolidado el imaginario sociopolítico de que tuvo, tiene y seguirá teniendo una importancia estratégica para ambas almas del gobierno.
En esa línea, el PS ya ha pagado sus primeros costos respecto de la responsabilidad política en la cual se situó, siendo en particular el ministro Carlos Montes, un prestigioso militante a quien se han endosado una serie de acciones políticas y administrativas como parte de la tensión de los casos de "convenios-fundaciones", vulnerando de paso la imagen del Partido Socialista. Complementariamente, un grupo de reconocidos militantes del mismo partido ha comenzado desde los medios a emitir afirmaciones críticas hacia la actual gestión gubernamental, particularizadas en algunos funcionarios de territorios y de La Moneda.
Muy probablemente, el caso "convenio-fundaciones", continuará su desarrollo naturalizado de vulneración ética y moral, que en esta oportunidad le ha correspondido ejecutar al sector político que proyectó la vara moral más alta de quienes lo precedieron (la generación de los 30 años), haciendo más estruendoso su involucramiento, salpicando ineludiblemente a todos los partidos de gobierno.
Quizás no se nota, pero día a día y mes a mes será una relación también insoslayable en una opinión pública que, junto con realizar el escrutinio democrático crítico, profundiza de paso aún más en la desconfianza hacia la política y la democracia, generando como consecuencia una probable nueva derrota electoral del oficialismo desde lo constitucional, siendo una incómoda antesala para enfrentar el siguiente proceso municipal 2024.
La clásica teoría de partidos políticos, que indica que los mismos están integrados por diferentes corrientes de opinión en función de énfasis ideológicos, políticos y gestión concreta de la política (Sartori, G., 1976; Duverger, M. 1957; y Pasquino, G., 2011)(1) , además debe desplegarse en espacios geográficos en permanente disputa con otras sensibilidades partidarias y/o ciudadanas.
Todas ellas y, el partido (los partidos) en su conjunto, enfrentan desafíos recurrentes a la luz de fragmentaciones y desconfianzas que la ciudadanía adquiere y acumula en cada territorialidad, donde ineludiblemente afectan el quehacer del gobierno y las orgánicas partidarias oficialistas. Estos elementos serán la antesala de la nueva elección constitucional, proceso quizás portador de mucho menos glamour que el anterior, pero aún importante para el devenir del país.
Por ello, la conjunción ética y moral, puesto como parámetro en agosto de 2022, se refleja actualmente en la encuesta CEP, donde si bien sitúa a los Republicanos en una perspectiva de avanzada, es en el oficialismo donde sólo el PS emerge con una valoración pública mayormente representativa(2).
Se vive una entropía circular, pues los de ayer (oposición) criticaban a los oficialistas del momento por ideologizar las acciones en el Estado, hoy los oficialistas del ayer (ahora oposición) hacen lo propio criticando al actual oficialismo, replicando cíclicamente el modelo de alternancia en el Gobierno. Así, la vida partidaria también se ve desordenada, pues que un partido haga elecciones internas y solo convoque a una ínfima parte de sus militantes es un síntoma que podría calificarse de debilidad política. Por el contrario, organizar y ejecutar un congreso ideológico próximo es un desafío mayúsculo adicional, más si es que una de sus preocupaciones se encuentra en la cuadratura del círculo respecto de "cómo afinar la responsabilidad política con su participación en el gobierno".
Añadiendo a las anteriores preocupaciones "la configuración estratégica de los desafíos electorales sub-nacionales", cuya trascendencia impacta, por un lado, en la vida directa de millones de habitantes del país, pues está la preocupación de lo que implica abordar los problemas cotidianos de la/os vecina/os de forma responsable y, por otro, cómo la magnitud de la votación genera un estado electoral previo a las siguientes elecciones al Congreso, las que determinan la legalidad de la existencia partidaria, para quienes no están por sobre el 5% de votos .
Sabiendo entonces, lo importante que son las votaciones para cualquier partido político, comportando las coaliciones ad hoc para ello, es notoriamente visible que para el PS, por la condición en la que se encuentra, además importa lo referido a un proyecto político identitario de carácter nacional y con enfoque en un Estado Social de Derechos en momentos de una entropía política, como la vigente. Se suma a lo anterior, la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, que para el PS implica una definición estratégica, intensa hoy por el medio siglo, pero permanente en su identidad e imaginario, por lo que fue, es y será su proyección, memoria y responsabilidad política.
(1) Sartori, G. (1976), Partido y sistema de partidos; Duverger, M. (1957) Partidos Políticos; Pasquino, G. (2011) Nuevo Curso de Ciencia Política
(2) Encuesta CEP N° 89, Junio-Julio 2023
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