Sáquenme de aquí

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Eduardo Frei Montalva, poco antes de morir, escribió con mano débil y temblorosa su último mensaje manuscrito. En rigor escribió: "sáquenme de aquí inmediatamente". Es decir, nuestro camarada Frei Montalva tuvo conciencia, escuchó, supo, observó y sufrió las visitas furtivas y los tratamientos inútiles, el dolor y la vejación de quienes estaban para poner fin a su sufrimiento asesinándolo.

Hace 43 años en un día como hoy, nuestro camarada y expresidente de la República falleció. Una autopsia "salvaje", nunca explicada por la universidad a la que pertenecían los médicos que la practicaron -sin conocimiento ni autorización alguna de la familia-, puso término a las peores vejaciones a que en Chile ha sido sometido un expresidente.

Es gracias al coraje y perseverancia de su hija, la camarada Carmen Frei, que se ha rescatado esta parte infamante de la historia de Chile y, desde el punto de vista judicial, es el ministro Alejandro Madrid que décadas después, en 2009, dictó sentencia contra los responsables del homicidio de Eduardo Frei. El hecho que la Corte Suprema haya anulado este fallo y no haya formulado cargos desechando la hipótesis del asesinato no cambia nada. La doctrina internacional que esta sala desconoció es que en los crímenes de lesa humanidad que se investigan mucho tiempo después, son las presunciones argumentadas y probadas documentadamente, más allá de toda duda razonable, las únicas pruebas que pueden permitir esclarecer los hechos y dictar sentencia.

Es probable que, si toda la Democracia Cristiana y los actores que tenían influencia política hubiéramos respaldado con firmeza y lealtad el trabajo de nuestra camarada Carmen Frei, hubiera podido alterarse el desenlace. Por eso, al recordar la muerte de Frei Montalva no podemos sino rendir público homenaje a la lucha de su hija, nuestra camarada Carmen, que merece el reconocimiento de todo su partido y, sobre todo, de la ciudadanía por su testimonio en favor de los derechos humanos y de todas las víctimas de la dictadura, no solo en este caso.

Eduardo Frei Montalva fue sin duda uno de los políticos más notables de su tiempo. No solo por las realizaciones de su gobierno (1964-1970), sino por su tarea política desde la creación de la Falange Nacional en 1938 hasta la creación del Partido Demócrata Cristiano en 1957 y su posterior elección como Presidente de la República, un histórico 4 de septiembre de 1964.

Hacia finales de los '30, Frei Montalva se había hecho cargo de la dirección del diario El Tarapacá de Iquique. Su trabajo cambió el mapa político de esa región de manera notable. Así, en 1937 aceptaba la candidatura a diputado representando al Movimiento Nacional de la Juventud del Partido Conservador. El candidato de la derecha ofreció ir en pacto. Parecía seguro que así Frei Montalva sería diputado, ¡pero él estimó que no tenía derecho a comprometer la nitidez de las ideas expuestas al pueblo como base de una nueva política para Chile! Dijo Eduardo Frei: "¡Prefiero una derrota clara a un triunfo comprometido!". Viene por supuesto a nuestro recuerdo su declaración de la elección de 1964: "Ni por un millón de votos cambiaré una coma de mi programa". Desde su juventud la claridad de sus convicciones nos impacta.

Recién designado ministro de Obras Públicas en 1945, ya en 1946 presentó su renuncia por los hechos conocidos como la matanza de la Plaza Bulnes; demostrando que la relación entre la ética y la política fue siempre inseparable para él y no sólo el titular de un libro.

La marcha de la Patria Joven y su lema de la Revolución en Libertad permitieron movilizar a las jóvenes generaciones y renovar la vida política nacional. La promoción popular permitió la organización vecinal; se multiplicó la sindicalización de los trabajadores, en particular los campesinos; Chile inició la recuperación de sus riquezas básicas con la "chilenización" del cobre; la realidad del mundo rural cambió para siempre con la profundización de la Reforma Agraria; la reforma educacional permitió dar impulso a la educación técnica; la creación de la Oficina de Planificación Nacional que fue el germen de una futura descentralización del territorio; la pretensión de humanizar la economía, ya presente en el documento de los 24 puntos de la Falange Nacional, se evidenció con el auge del movimiento cooperativo; la creación de la Oficina Nacional de la Mujer testimonió su compromiso con la promoción de los derechos de las mujeres; y, en el plano internacional, su esfuerzo por integrar a América Latina se plasmó en la iniciativa del Pacto Andino. Su voz fue escuchada con respeto en la región, en Europa y en América del Norte.

Consumado el golpe de Estado y envuelto en polémica por tratar de explicar la situación chilena a nuestros socios europeos a través de su carta a Mariano Rumor -que creemos junto a Bernardo Leighton que fue un profundo error- rápidamente se convirtió en el líder político más importante de la oposición a Pinochet, respaldado además por líderes y gobiernos extranjeros.

Un 27 de agosto de 1980, en un acto masivo histórico en el Teatro Caupolicán que reunió a todos los partidos y movimientos de izquierda y a la Democracia Cristiana, Frei como orador único propuso la necesidad de una Asamblea Constituyente para abrir paso a un gobierno de transición y permitir un rápido retorno a la democracia. Recuerdo con emoción ver en la televisión francesa su grandeza al cantar a coro con todo el teatro "el pueblo unido jamás será vencido". Firmó su sentencia de muerte y fue asesinado por la dictadura al poco tiempo, cuando una operación frecuente y sin riesgo de una hernia al hiato le proporcionó al régimen la ocasión de planificar y ejecutar la trama de su asesinato.

Como ha escrito Radomiro Tomic: "Cuando en el Parque Cousiño la marcha de la Patria Joven hizo estallar la primavera en el corazón del invierno, y Frei no halló garantía más alta que ofrecer a la inmensa muchedumbre, de sus compromisos con Chile, que "el testimonio de sus camaradas de lucha a lo largo de toda una vida", cada uno de nosotros dio gracias a Dios por el privilegio de no haber vivido en vano".

Hoy, cuando su partido vive en la permanente ambigüedad, sin una militancia preparada y organizada, sin interpretar a la juventud y a los trabajadores, presa de los eternos cálculos electorales y las ambiciones personales, sin que sus instituciones se atrevan a funcionar, el mejor homenaje al mejor de los nuestros es continuar trabajando para alcanzar ese privilegio de no haber vivido en vano, redoblando los esfuerzos por perfilar las propuestas inspiradas en el humanismo cristiano que permitan atender las injusticias derivadas del actual modelo de desarrollo neoliberal y enfrentar los desafíos del mundo que viene, unidos con todos los actores que pusimos fin a la dictadura de Pinochet, para preservar la democracia y llevar adelante una segunda revolución en libertad.

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