No hay primera sin segunda y este 21 de agosto llegó el momento de una nueva movilización No más AFP. El resultado ha sido notable. Aumentaron los lugares en el territorio donde la gente acogió el llamado y el número de convocados se duplicó.Carabineros conservadoramente estableció en 750 mil los asistentes, pero lo que es evidente, es que superó el millón de personas a lo largo de Chile.
Ya no se trataba solo de la imponente imagen del drone de nuestra tradicional Alameda en la capital del país sino de miles de personas que sin llegar aún al punto de reunión acordado en la Plaza Baquedano, hicieron suyas las consignas y ya espontáneamente marchaban en las distintas líneas del metro cantando. Pudimos ver mucho más allá de las coberturas de los medios clásicos como no solo las capitales regionales sino ciudades como Curicó, Talca y otros 250 lugares donde nuevamente- como antaño a fines de los 80 - bajo un NO, la ciudadanía mostró su fuerza.
Por ello justamentey más allá de lo legítimo que sea, parece tan ausente y fuera de la realidad el hecho de que un partido político convocara ese mismo fin de semana a sus militantes a iniciar la discusión sobre un programa político-social. El programa estaba allí, en la calle, explotando ante nuestros ojos. También era al menos un contrasentido,revisar los programas políticos que por televisión a la misma hora debatían a propósito de los resultados de la encuesta CEP,constatando la ostensible baja en la intención de voto para las elecciones próximas, haciendo aquello sinónimo de participación, sin la precaución de ponerle apellido. La verdad que este domingo hubo la mayor expresión de participación dentro de las reglas de la democracia y fuera de las urnas, pero diciendo una y otra vez que la democracia representativa, tal como la conocemos ya no representa, significa, ni interesa.
Nuevamente solo fue otra constatación de la profunda desconexión de gran parte de elite política.
Esta fue la marcha del sentido común, esa que no quiere encapuchados ni exaltados que empañen el mensaje y la urgencia de ser oídos. La de gente sencilla, trabajadores, sectores medios sin nada que perder en esta materia.
Todos y todas tienen la certeza de que más allá de sus fuerzas o de su intención de prevenir y ahorrar, llegará un momento en las vidas donde ya no podrán hacer frente a sus requerimientos económicos, en que empezarán a depender de otros, en que el mercado laboral los expulsará sin compasión, en que enfermaran o verán reducidas sus capacidades físicas, en que verán cómo se degrada el estatus social alcanzado y que probablemente se tengan que deshacer de los poco en bienes materiales que lograron obtener a lo largo de la vida- si es que han podido hacerlo - por cierto.
Una marcha del sentido común donde la gente entrevistada habla con propiedad que el problema es el modelo existente asociado a un negocio especulativo y no solo de gestión de las administradoras. El sentido común que les indica que en un sistema de seguridad social en serio, no puede haber ciudadanos de primera y otros de segunda y por tanto la lógica indica que debe existir un sistema universal para chilenas y chilenos.
Es un movimiento amplio, envolvente y difícil de reducir o conducir. Por eso ha sido inteligente e interesante sostener el carácter ciudadano pues de ello depende en gran medida su propia existencia. La cohesión del mismo depende de que se mantenga su diversidad, su dispersión geográfica, social y etarea.
Al término, un discurso central breve, de 9 minutos, discurso que en realidad sólo escucharon los que alcanzaron una posición más cercana al escenario. En cualquier caso era un discurso que no le hablaba a los convencidos, a los que estaban ahí, sino a los decisores de política y autoridades.
Fue una intervención que conservó el sentido común imperante, un análisis claro, balance consiente, un estilo ponderado que recalcó el éxito pero comprendiendo el feble tinglado de la conducción de este proceso, sabiendo que no le pertenece a nadie y es de todos a la vez. Reconociendo la desconfianza imperante y convocando a acciones que no depositan en otros la decisión y la acción.
Se ha llamado a un acto personal donde cada cotizante debe efectuarlo sin opción de delegar, pero que al darse en un tiempo definido se transforma en acumulación de capital social colectivo y solidario. Esto es la participación activa y directa que no espera cambios normativos, de administración o de aggiornamento político.
El movimiento se ha planteado un cronograma de acciones y una meta más ambiciosa en este proceso de alteración de la realidad. Dentro del derrotero, llama la atención una fecha planteada, fines de septiembre y un guarismo razonable. Mover las cuentas desde un 17% a un 30% al fondo más conservador, el fondo E. El mensaje planteado es claro: nos aburrimos de que jueguen con nuestro futuro y haremos temblar el sistema en el mismo lenguaje en que funciona y entiende el modelo de capitalización individual.
Este paso, por cierto, permitirá ver el grado de madurez y conciencia que alcanza el movimiento. De la consigna en la calle ahora será necesario entender mejor el sistema y cómo funcionan los fondos, será necesario evaluar si el cambio afecta las opciones de cada uno, habrá que decidir, hacer la gestión burocrática de solicitar el cambio y ser actor o actora del siguiente paso.
No más AFP ha sintonizado con la democracia directa, donde cada trabajador y trabajadora deberá mostrar si está dispuesto a más y hasta donde. Este movimiento se ha adelantado al voto universal en las organizaciones políticas y sociales, se ha adelantado al voto electrónico. Le ha recordado a la ciudadanía su poder, ese que nos hace como señaló Luis Mesina “ser sujetos con sentido”.
El próximo mes de septiembre recordaremos que no hay segunda sin tercera. Veremos con interés si la ciudadanía, quienes estuvieron en la calle y las que no, pero que adhieren son capaces de reconocerse a sí mismos en su empoderamiento, de usar las herramientas que tienen, más allá de la indignación que ya han mostrado suficiente.
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