Somos mayoría, inclinemos la balanza

En Chile la desigualdad no sólo es de ingresos, también es política, social y étnica. Ignorar que existe es peligroso, porque contribuye a la confusión e impide terminar con los problemas más importantes que hay que resolver, como el desempleo crónico, la desigualdad recalcitrante y la pobreza.

Conocemos y comprendemos estos problemas, porque lo vivimos desde el nacimiento y sabemos mejor que nadie cómo enfrentarlos. Pero, como diría Moisés Naim, “paradójicamente hemos sido incapaces de resolverlos de manera decisiva, la razón de esta realidad frustrante, es que nadie tiene el poder suficiente para hacer lo que se sabe que hay que hacer”.  

Pero, ¿por qué no tenemos ese poder “suficiente”? Una de las razones fundamentales es que el Estado es administrado por una minoría de políticos que le ha negado la participación a la ciudadanía, a quienes dicen representar. El mismo PNUD, en su informe Auditoría a la Democracia, confirma que las desigualdades políticas crean desigualdades sociales, económicas y étnicas. Es decir, estructuralmente nos han marginado del poder de decidir nuestro futuro. 

En efecto, los pescadores, campesinos y el pueblo mapuche son los sectores más excluidos de la toma de decisiones políticas y son, precisamente, los más pobres. Es el mundo al revés. El 1% más rico de Chile es quien tiene el 90% de representantes tomando decisiones políticas y haciendo leyes que sólo les benefician a ellos. Por ejemplo, la Ley Longueira y el DL 701, que beneficia a los empresarios en desmedro de los pescadores y campesinos.

Es esta política la que debemos cambiar, de lo contrario será imposible hacer un Chile más justo, como dicen algunos presidenciables que no se atreven a tocar estos temas de fondo.   

Podemos concluir que la democracia chilena ha sido el instrumento que ha permitido perpetuar este modelo político y económico que ha demostrado sus injusticias. No puede seguir siendo un acto plebiscitario, en que se elige qué elite gobernará a la mayoría, como decía Weber. Todo el debate político pasa por la imagen en televisión y por las encuestas. Es un debate sólo entre la elite que nos ha gobernado siempre y que ahora los actores han cambiado de nombre: Piñera, Guillier y Lagos. Esta es la política que tiene aburrido al país.     

Focault hablaba de la relación entre el poder y la vista, refiriéndose a que los pocos de la elite que ejercen el poder sean vistos por muchos. Eso lo permite la televisión, que son vistos pero no ven, ejercicio de la psicología de las muchedumbres entregada a la rutina y el consumo, como diría Gustave Le Bon.

Me recordaba de ello a propósito de un pre candidato presidencial que se llama a sí mismo candidato ciudadano. Claramente es así, pero de una ciudadanía pequeña muy particular, con poder y medios a diferencia de la mayoría de los ciudadanos de a pie.

Esta democracia creada para que pocos mantengan el poder en desmedro de muchos, se ha reducido a una mera suma de votos entre uno y otro candidato, donde al final esta acción del sufragio no permite al ciudadano ser libre para resolver sus problemas, decidir su futuro y termina quedando excluido, con una especie de condena social y económica, encerrado en una isla de pobreza en medio de un mar de oportunidades y riquezas para otros.     

Isaías Berlín decía que la libertad es la posibilidad de participar en las decisiones que nos afectan. Ser libres, en este caso, es estar al mando y no simplemente carecer de obstáculos para actuar, a lo que llamaba la libertad negativa, que consiste en la ausencia de coacción, es decir, que usted es libre si hace algo y nadie se lo impide: puede comprar libremente una bebida, pero eso no lo hace libre porque no incide en las decisiones y no cambia las cosas para mejorar su futuro.

Qué duda cabe, no somos libes y por eso no tenemos el poder suficiente para resolver nuestros propios problemas. No hemos sido conscientes que esta democracia se ha encargado de reprimirnos inconscientemente.

Tenemos que despertar para hacer los cambios que necesitamos, la revolución, como decía Hanna Arentd, que es un acto en el cual una sociedad toma una repentina conciencia, que la historia no tiene guión y que depende en alguna medida de la voluntad humana. Es decir, es el acto de la liberación de obstáculos que nos impiden tener la capacidad de decidir nuestro futuro como sociedad postergada.  

El campo de acción es lo público y la política, donde la administración de las necesidades no desplace la esencia de lo político, porque la razón de ser de la política es la libertad, de tal manera, que a un político que no plantee perfeccionar la democracia es imposible creerle, porque la acción y el discurso no están en sintonía. Se mantendría la distancia entre política y ciudadano, porque el ciudadano vive en un mundo en el cual no participó de su creación, con argumentos como “no voto, porque salga quien salga, da igual, nada cambiará”   

Me niego a aceptar que no podemos influir en el curso de la historia. Decía Martin Luther King, haciendo un llamado a que la historia no se escribe sola, que la escribe el hombre y que debían los oprimidos comenzar a escribirla también. Ése es el mismo llamado que es imprescindible hacer hoy en Chile.

Porque necesitamos con más urgencia que nunca escribir el guión de nuestra historia, ya que nos han dejado el peor papel. Necesitamos una libertad más allá de la que nos heredó la dictadura, esa que dice que usted es libre cuando compra un auto y es libre de endeudarse, pero te condena y encarcela cuando “libremente” pides tus derechos.

No es una preocupación de los presidenciables tener ideas para resolver estos problemas del país. Están demasiado ocupados maquillándose para la televisión o atacando a su competencia en vez de atacar los problemas de los chilenos. Aún no conocemos su sólido proyecto político de primera necesidad para sacar al país del estancamiento y asegurar el futuro de nuestros hijos. Y para quienes los apoyan, al parecer, su ideal político es una “pega”.

El país necesita discusiones de altura, plantear políticas industriales de innovación científico-técnica que cambien la matriz productiva del país, porque no es razonable que Chile hoy dependa más del cobre que antes.

¿Cómo hacemos realidad los derechos políticos, colectivos y económicos de los pueblos indígenas?

¿Cómo se paga la deuda histórica al pueblo mapuche?

¿Cómo hacemos de Chile un Estado Plurinacional? Debates de este nivel estamos dispuestos a dar y como el Senador Guillier ha dicho que él es un candidato ciudadano, nos gustaría verlo en un debate ciudadano sobre estos puntos. Como está a favor de la descentralización, Purén es el lugar preciso.

No nos cabe duda que aceptará esta humilde invitación de un ciudadano mapuche común y corriente, hijo de campesinos, ya que ahí mostrara su coherencia entre el discurso y la práctica. 

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