Transitando hacia una nueva emoción

Estos días hemos sido espectadores de los mea culpa de encuestas, analistas, opinólogos, partidos políticos, que a la luz de los resultados, han debido explicar el por qué de sus errados análisis, que no sólo abarcan los resultados de las elecciones, sino también la lectura errónea de las aspiraciones, anhelos y expectativas de la ciudadanía.

Durante estos últimos años, la derecha y los restauradores de la transición,  nos instalaron una realidad paralela, que apoyada en las encuestas y en los medios de comunicación, parecía indiscutible, confundiendo, al parecer, sus propios deseos con la realidad.

Estos fragantes errores en la interpretación de la realidad, dan cuenta que, ni las cifras ni los análisis son neutrales y que los hechos políticos y sociales no pueden reducirse a datos estadísticos, que la lectura y las interpretaciones están cargadas de subjetividad y que la relación con la ciudadanía y las organizaciones políticas y sociales, es decir la acción política, es el único método infalible que permite a la Política conectar con los anhelos y expectativas de la ciudadanía.

Parte de lo que no capturaron los análisis tradicionales de la política, en un Chile individualizado y hedonista, son las emociones, entendidas como predisposición a la acción. Éstas están detrás de los proyectos y decisiones de las personas, son el factor subjetivo del análisis.

A través de la emoción podemos entender decisiones de la ciudadanía y entregar una mirada particular sobre lo que vivimos social y políticamente como país.

Respecto a lo anterior, podemos decir y alcanzar un alto consenso, que el miedo ha sido la emoción que ha caracterizado a la transición política. Durante largos años, ha capturado las decisiones de la élite y de la propia ciudadanía.

Sin embargo, Chile ha venido en una lenta transformación cultural y política, lo cual ha sido posible por la rebeldía y valentía de personas, de organizaciones políticas y sociales, que durante la transición no se conformaron con que eso era el único Chile posible.

Se mantuvieron en alto importantes demandas por derechos políticos y sociales, por verdad y justicia, por un nuevo modelo de desarrollo, contraviniendo al Chile del miedo y poniendo el horizonte más allá de las condiciones estructurales y las barreras auto-impuestas.

En un proceso de años, los miedos comenzaron a reinventarse. Son las movilizaciones estudiantiles, que Pinochet estuviera preso en Londres, su muerte posterior, acompañada de la transformación en las formas de comunicarnos, entre otros elementos, lo que fue transformando esta emoción.

No obstante, producto de la lentitud de los cambios, un crecimiento económico desigual, la mantención de privilegios en unos pocos, fuimos transitando desde el miedo a un sentimiento igual de inmovilizante: la desconfianza.

El diagnóstico expresado en el Programa de Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, respecto a la necesidad de enfrentar la desigualdad, es respuesta al cambio de nuestro país.

Proponerse tal desafío, es sin duda un acto de valentía, ya que no sólo se enfrenta un problema que tiene múltiples formas y expresiones, sino porque en su combate, algunos pocos favorecidos de Chile, han sido brutales opositores a cualquier acción redistributiva.

Los cambios políticos y sociales alcanzados en el Gobierno de la Presidenta Bachelet, catalogados por algunos como insuficientes, fueron conseguidos bajo las condiciones de posibilidad de la institucionalidad y de una ciudadanía, que durante el gobierno, actuó como espectadora de los cambios, dominados por el sentimiento de desconfianza.

Es quizá, en el proyecto de despenalización de aborto en 3 causales, donde las organizaciones de mujeres jugaron un rol activo de defensa y apoyo a la Ley, que se generaron condiciones distintas, a través de la acción mancomunada del Gobierno y la ciudadanía. En esta relación de apoyo mutuo, se expresa que los cambios en la emoción desde la desconfianza a la confianza, abren nuevas posibilidades para Chile.

Por lo anterior, es necesario y fundamental que la ciudadanía asuma su poder en las transformaciones del país, siendo insuficiente permanecer en el rol de demandante.

Las reformas y los cambios en la política implican generar condiciones, tanto en la institucionalidad y en la subjetividad de la política y de la ciudadanía, siendo el apoyo de ésta un aspecto clave, sobre todo en un contexto de campaña de desprestigio y desinformación social.  

La movilización es generativa de nuevas condiciones y el poder se expresa en todos los espacios: en el voto, en la opinión, en la movilización. Así deberán asumirlo quienes intentan interpretar a Chile.

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