Un gobierno jugando al límite

El Apruebo puede ganar o perder la elección, el resultado es aún incierto. Pero a estas alturas hay ya una certeza instalada: para ganar necesita del votante hoy indeciso.

Si de algo ha pecado la izquierda gobernante es de hablarle en exceso a su propio público. Boric y su comando entendieron esa falencia en la segunda vuelta presidencial, y fue solo saliendo de su trinchera identitaria que lograron despegarse de Kast y conseguir prestados los votos del centro político para ganar.

Pues bien, restando ahora 40 días para el plebiscito, el Apruebo parece estar optando por un camino diferente: jugar al límite en el gasto fiscal y tomar el liderazgo del despliegue de campaña. Fueron capaces de alinear al ministro Marcel detrás de un bono invierno al menos cuestionable, dada la situación inflacionaria, y ahora nos sorprendieron con el anuncio de la gratuidad para los tramos C y D de Fonasa. Sobre el despliegue electoral, tema altamente sensible por el daño que hace a nuestra institucionalidad, así como a la imparcialidad y a las garantías que exige el proceso electoral en curso, se encuentran en un round con Contraloría de consecuencias que están aún por verse.

Sin embargo, un ámbito en el cual parecen no estar disponibles para "ofertones" es el de los cambios a impulsar en caso de ser aprobado el nuevo texto constitucional. ¿Qué motiva ésta rigidez? Por un lado, flexibilizar esto implica resignarse a asumir que el texto propuesto es un muy mal texto. Los cambios que requiere dicen relación con aspectos sustantivos, y abrir el debate sobre ellos exigiría reabrir una conversación doctrinaria al interior del oficialismo que terminaría sepultando cualquier pretensión electoral. Lo segundo es la fragilidad sobre la que descansa hoy el pacto político de la coalición de gobierno. El PC -socio controlador de Apruebo Dignidad- ya dijo no estar disponible para "llevar adelante esa conversación".

Pero más allá de los problemas tácticos del momento, el mayor riesgo que está tomando el Gobierno de cara a los indecisos es optar por el camino de la inacción gubernamental hasta después del 4 de septiembre. Luego de los numerosos errores no forzados que tuvieron que enfrentar recién llegados a La Moneda, han optado por no seguir arriesgando movimientos hasta no saber qué deparará el panorama político desde el 5 de septiembre en adelante. Con una crisis migratoria en el norte y una de violencia en el sur; con una recesión económica mundial técnicamente ya declarada y con una ola inflacionaria país que no da indicios de amainar, parece una apuesta en exceso arriesgada.

Nos encontramos hoy con el resultado de unos 4 primeros meses de gobierno donde los principales impulsos desde el Ejecutivo se han limitado a empujar proyectos de responsabilidad periódica de todo gobierno o bien a decisiones político-administrativas relativas a discusiones de largo arrastre. Un buen ejemplo de ambas cosas son la Ley de Reajuste del Salario Mínimo y la firma del Proyecto de Escazú, dos de los escasos avances programáticos de que puede dar cuenta el gobierno durante este período.

El ministro Jackson ha dicho que difícilmente podrán sacar adelante su programa de gobierno si no triunfa el Apruebo en septiembre próximo. Sepan ellos la forma en que podrán dar explicaciones a la ciudadanía por haber estado 4 años en el gobierno sin hacer nada, sobre todo luego de años reclamando soberbia y vehementemente la necesidad de tener ellos el mando para hacer todas las reformas que Chile necesita. El Rechazo es hoy (y a medida que pasan las semanas, cada vez más) una alternativa electoralmente vigente y competitiva.

¿Quién nos puede sacar de este entuerto? A estas alturas sólo la ciudadanía, que con un comportamiento electoral y democrático ejemplar, ha asistido reiteradas veces a las urnas desde 1990 a dar muestras de que la democracia es la única salida viable de esta crisis que sufrimos. Quedan cinco semanas. ¿Habrá tiempo para que reaccione el Apruebo? El tiempo corre.

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