En la antigüedad, los navegantes surcaban los océanos sin otros instrumentos más que su conocimiento del movimiento de las estrellas -el sol entre ellas-, las corrientes marinas o el viento. No morir en el intento era cosa de paciencia, fe e incluso suerte. Con los años, los planos cartográficos hicieron las cosas más simples y las rutas comerciales abrieron el mundo. Hoy, con el GPS en el teléfono, muchos creen que la vida es tan simple como poner la dirección deseada y esperar a ver cuántos minutos nos tardamos.
En la construcción de una propuesta de nueva Constitución para Chile hoy estamos diseñando un plano inédito, para un país mucho más complejo y consciente de sus diferencias a la hora de evaluar el pasado, leer el presente y mirar al futuro. Además, lo hacemos en condiciones que muchas veces lo han vuelto casi tan difícil como la navegación de esos primeros marineros.
Basta recordar las primeras semanas de funcionamiento de la Convención. Protestas fuera y dentro del ex Congreso, problemas de organización administrativa, acusaciones de obstruccionismo, votaciones a mano alzada al más puro estilo asambleísta y, hace pocos días, el desengaño horrible de uno de los navegantes que le mintió a sus pares y a la ciudadanía. Nos lanzamos a un océano complejo, con una tripulación que no se conocía e incluso desconfiaba profundamente entre sí, con una pandemia sanitaria acechando y otra de violencia que aún no es posible erradicar. Jaime Bassa, en ese entonces recién electo vicepresidente de la Convención, llegó a decir que pensaba que en esos primeros días el proceso iba "en caída libre".
Pero el barco ya zarpó, estamos en altamar y las cosas han ido mejorando, con mucho esfuerzo y pese a todas las dificultades. Hoy existe un ánimo colaborativo que no sólo incluye a funcionarios de universidades, el Poder Legislativo, el Gobierno y diversas organizaciones sociales que se han sumado al trabajo de las comisiones temáticas y la confección de los reglamentos. Nosotros mismos, los convencionales constituyentes, hemos abandonado los extremos del barco, acercándonos a una zona en que el diálogo facilita la conducción de la nave.
Una buena señal adicional ha sido la capacidad de la Mesa de la Convención y del Gobierno para sentarse a dialogar y darle cause a una fundamental discusión acerca de los gastos administrativos y financiamiento de un necesario tejido de respaldo técnico para los constituyentes. Es de esperar que se resuelva lo antes posible.
¿Qué ruta tomaremos a partir de ahora? Es parte del trabajo que estamos desarrollando con la confección de los planos de navegación. Sabemos desde qué continente zarpamos, que es el acuerdo del 15 de noviembre y la reforma constitucional que dio vida a la Convención. También sabemos hacia dónde vamos, que es la presentación de una propuesta de Constitución a la ciudadanía, para que la apruebe o rechace a través de un plebiscito. Pero la ruta la definirá el reglamento, las normas que se estipulen en su texto, el espíritu que prime en su confección y el respeto que tengamos respecto a su letra.
La regla de los 2/3, por ejemplo, nos permite no olvidar nuestro origen y nuestros límites. Y a pesar de que a muchos no les gusta, es evidente que este nuevo ambiente en la convención, esta maduración acelerada de las relaciones en el colectivo ha permitido no sólo discutirlo con altura de miras, sino que zanjarlo y respaldarlo en un amplio arco de posturas, desde la derecha a la izquierda.
Esta semana deberemos zanjar las más de mil indicaciones que se presentaron al reglamento general. Además, de definir los reglamentos de Participación Popular, Consulta Indígena y Ética. De lograrlo, será un gran avance para levantar la vista al horizonte.
Mi trayectoria política es pública: soy un hombre de centroderecha y he sido concejal, parlamentario, presidente de partido en Renovación Nacional y ministro de Estado, representando sin distinción a todos los habitantes de los territorios en que fui electo, para atender las necesidades de los que tienen rabia y los que tienen temor, para que ojalá que juntos veamos esperanza. Desde el día uno advertí que este proceso tendría miles de problemas, pero que me la jugaría por su éxito, por lograr un respaldo ciudadano contundente para su propuesta.
Así como no existe un GPS para la Constitución, tampoco hay atajos para los consensos ni otra receta que el diálogo, la tolerancia y la buena fe para respetar la democracia. Hoy estamos construyendo entre todos un plano de navegación convencional, y eso amerita levantar las velas.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado