El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una realidad que nos afecta directamente. En la provincia de Malleco, en la Región de La Araucanía, sus efectos se hacen cada vez más evidentes. Los veranos son más secos y las precipitaciones en la temporada estival han disminuido drásticamente. Como consecuencia, enfrentamos una temporada de incendios más intensa, donde la combinación de altas temperaturas, menor humedad y terrenos áridos facilita su propagación. A esto se suma el preocupante aumento de incendios intencionales, que agravan aún más la situación.
Ante este escenario, el sector agrícola enfrenta el desafío de adaptarse. Ya no podemos depender de los mismos cultivos y técnicas que hemos utilizado por décadas. Es urgente explorar nuevas variedades de trigo y otros cultivos que se adecuen a las condiciones climáticas actuales y futuras. La escasez de lluvias debe llevarnos a repensar el manejo agronómico, implementando estrategias que optimicen el uso del agua y aumenten la resiliencia de nuestros campos.
El impacto del cambio climático en la agricultura de nuestra región no solo transforma la forma en que trabajamos, sino que también pone en riesgo nuestra producción y sustento. La inversión en sistemas de riego es una necesidad ineludible. La falta de agua no solo afecta a los agricultores, sino también al desarrollo económico local, ya que limita la capacidad productiva y la generación de empleo. La inversión pública en infraestructura hídrica es clave para asegurar la sostenibilidad del sector y el bienestar de las comunidades rurales.
En este contexto, la producción de trigo es fundamental para Chile, y La Araucanía juega un papel crucial en ello. El 42% del trigo que se consume en el país proviene de nuestra región, y Malleco tiene una contribución significativa dentro de ese porcentaje. Esto nos impone una gran responsabilidad, garantizar una producción de calidad, a pesar de los desafíos climáticos. Los agricultores estamos dispuestos a asumir este reto, innovando en tecnología y diversificación de cultivos. Sin embargo, para que este esfuerzo sea sostenible en el tiempo, es fundamental que existan condiciones de rentabilidad adecuadas. Sin incentivos económicos claros, será difícil mantener la producción y avanzar en la modernización del sector.
El cambio climático nos obliga a actuar con visión de futuro. La adaptación de la agricultura en La Araucanía no solo depende del esfuerzo de los agricultores, sino también del apoyo de políticas públicas que fomenten la inversión en riego, investigación y desarrollo tecnológico. Es momento de trabajar juntos para que nuestra tierra siga siendo productiva y próspera, a pesar de los desafíos que el clima nos impone.
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