Hace algunos días conmemorábamos los 45 años de la crisis del Beagle, que casi nos llevó a una guerra con Argentina en 1978. Sin embargo, este fue solo el inicio de un largo proceso. El enfrentamiento se detuvo gracias a la solución de una mediación encabezada por el papa Juan Pablo II y uno de los primeros pasos a tratar fue la firma de un documento que garantizara la paz. Este se denominó "Acta de Montevideo" y fue suscrita el 8 de enero de 1979.
La firma del documento, cuyo título declara que "Chile y Argentina solicitan la mediación de la Santa Sede en el diferendo austral y se comprometen a no recurrir a la fuerza en sus relaciones mutuas", no estuvo exenta de problemas. Mientras que en Chile se allanaban las condiciones para avanzar hacia ese objetivo, en Argentina la dispersión de las decisiones políticas entre los diversos actores involucrados (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) generaban un clima de tensión y la presencia de sectores más belicistas de la junta trasandina, contrarios a un documento de estas características, ponía en riesgo las gestiones.
Es más, está documentado en varios artículos académicos y de prensa que el propio general Menéndez intentó impedir el viaje en avión del canciller Pastor a Montevideo, lo que no consiguió. Con esto se salvó la mediación y, con ello, los buenos oficios entregados por el papa semanas antes.
Finalmente, el documento contó con las tres firmas necesarias para iniciar su curso: del ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Hernán Cubillos Sallato; del ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina, Carlos Washington Pastor; y del cardenal Antonio Samoré, enviado especial del papa Juan Pablo II para este caso.
A lo largo de sus 11 puntos, el "Acta de Montevideo" establece que Chile y Argentina se comprometen al proceso que se iniciaría desde el Vaticano en pos de "no poner objeción a que la Santa Sede, en el curso de estas gestiones, manifieste ideas que le sugieran sus detenidos estudios sobre todos los aspectos controvertidos del problema de la zona austral, con el ánimo de contribuir a un arreglo pacífico y aceptable para ambas partes" (artículo 11). Esto dio paso a un largo cometido que incluiría reuniones entre los representantes chilenos y argentinos con el cardenal Samoré, quienes abordaron este asunto con la cautela necesaria para evitar nuevas escaladas de conflicto.
¿Esto terminó con todos los problemas? Claro que no. Durante toda la mediación se generaron incidentes fronterizos e, incluso, uno de los involucrados declaró una guerra a una potencia mundial (Gran Bretaña). Pese a esto, debemos reconocer que esta Acta de enero de 1979 fue clave para conducir los trabajos de entendimiento de las partes de manera pacífica, cuyo resultado final fue el Tratado de Paz y Amistad de 1984.
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